Jueves, 28 de Agosto 2025

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Nuestro Gran Soundtrack

Por: Pablo Latapí

Nuestro Gran Soundtrack

Nuestro Gran Soundtrack

Los mexicanos nacemos y crecemos viendo mariachis. Es tan familiar como el café de la mañana. Tan común como el saludo de buenos días. Los vemos. Los escuchamos. Los damos por sentado.

Pero imaginen lo que vive un extranjero la primera vez que ve y escucha un mariachi en vivo.

¡Qué maravilla!

De pronto las trompetas irrumpen como anuncio del cielo. Y después esa voz que grita “Guadalajara, Guadalajara” -prácticamente el segundo himno de nuestro país. La alegría explota. Los gritos se multiplican. La emoción se vuelve contagiosa.

Y después, las vestimentas.

Para nosotros son elegantísimas, pero para ellos deben ser deslumbrantes. Ese traje negro ajustado. Los tocados de platería que brillan como estrellas. Aquel enorme sombrero que desafía la gravedad. La corbata roja, como un corazón expuesto.

¿Qué pensarán cuando ven esto por primera vez?

Es maravilloso. Es una emoción que halaga todos los sentidos. El mariachi no es solo música. Es un símbolo increíble que camina, que respira, que vive.

Es el soundtrack emocional de nuestro país.

Algo único y genuino.

La mayoría de nuestras mejores historias se bordan con música de mariachi. Bodas que se vuelven memorables cuando llegan los músicos. Serenatas que conquistan corazones. Cumpleaños que se transforman en celebraciones épicas. Funerales que se convierten en despedidas dignas.

En todas partes donde hay mexicanos, tarde o temprano aparece un mariachi.

Recuerdo una vez que coincidí con mi tío Pablo, el ilustre pedagogo, en Ginebra, Suiza. Iban a darle un reconocimiento por parte de la UNESCO. Nos pusimos a buscar un mariachi para celebrarlo.

¿Un mariachi en Ginebra?

Lo encontramos. Era un grupo extraordinario. Había mexicanos, peruanos, sudamericanos que habían llegado a trabajar a Ginebra y, por afición, habían formado un grupo folclórico. Pero había tantos eventos que mejor decidieron dedicarse al mariachi.

Y era un éxito.

Era el mariachi de Ginebra. El soundtrack mexicano sonando en los Alpes suizos. Nuestras canciones rebotando contra montañas europeas. Nuestra nostalgia curando la nostalgia de otros.

Porque eso es lo que hace el mariachi. No solo entretiene. Cura. Abraza. Conecta.

Es muy emocionante tenerlo como nuestro. Poseerlo. Que sea parte de nuestro ADN cultural.

Y sobre todo aquí, en Guadalajara, en La Gran Guadalajara, donde en muchas partes hay mariachis. Buenos mariachis. Mariachis auténticos que mantienen viva la tradición.

Aquí, donde nacieron las mejores canciones. Donde se perfeccionaron los arreglos. Donde se definió el estilo que todo el mundo reconoce como mexicano.

Cuando camino por las plazas de Guadalajara y escucho un mariachi, no solo escucho música. Escucho historia. Escucho identidad. Escucho el corazón de un pueblo que aprendió a cantar sus alegrías y sus dolores con igual pasión.

El mariachi es nuestro lenguaje universal. Nuestra carta de presentación mundial. Nuestro embajador emocional que llega antes que nosotros a cualquier lugar del planeta.

Y cuando un extranjero escucha por primera vez “Cielito Lindo” o “La Negra” interpretadas por un mariachi en vivo, algo cambia en su percepción de México. Entiende, sin explicaciones, que somos un pueblo que sabe celebrar la vida.

Que convertimos la música en abrazo. El canto en medicina. La tradición en regalo para el mundo.

Por eso, cuando veo mariachis en La Gran Guadalajara, siento orgullo. Porque aquí late el corazón del soundtrack más hermoso que México le ha regalado a la humanidad.

El mariachi es el soundtrack de nuestra alma.

Y aquí, en Guadalajara, late vestido de gala.

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