Jueves, 28 de Marzo 2024

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María Elena

Por: Gabriela Aguilar

María Elena

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¿Cuántos giros más puede dar una historia para evadir un desenlace? Sí, evadir. En el caso de la saxofonista oaxaqueña María Elena Ríos, víctima de intento de feminicidio con ácido hace tres años, el camino hacia la justicia que se merece sigue presentando desafíos que le muestran una y otra vez que la justicia en este país no es ciega, simplemente no quiere verla y mira hacia otra parte. 

Desde aquella mañana de septiembre de 2019 cuando su agresor material acudió a su agencia de viajes la vida se transformó por completo. Ese día, dos litros de ácido corrieron por su cuerpo. El 90% de su anatomía sufrió daño, desde el rostro hasta las piernas. 

Pasaron dos meses para detener a los autores materiales, quienes señalaron al autor intelectual: Juan Antonio Vera Carrizal, ex pareja de María Elena. Rubicel “N” y Ponciano “N” declararon que el ex diputado priista les pagó 30 mil pesos para atacar a María Elena. En eso está cotizado arrebatarle la vida a una mujer en Oaxaca.

La joven, entonces de tan sólo 26 años, dio por terminada la relación que tenía con el empresario dueño de gasolineras por las agresiones verbales y físicas que sufrió, pero jamás pensó que se atrevería a maquinar un feminicidio. 

En abril de 2020 Vera Carrizal fue detenido y desde entonces las subidas y bajadas comenzaron en la historia. Uno de los detenidos murió en prisión, otro más permanece prófugo: Juan Antonio Vera Hernández, hijo del detenido. Lo que nadie vio venir fue lo que el pasado 21 de enero sucedió: El juez de control Teódulo Pacheco le otorgó la prisión domiciliaria luego de una audiencia de 60 horas llena de irregularidades que inició cuando aceptó el elemento probatorio de Vera Carrizal sin entregarlo con tiempo suficiente a las abogadas de María Elena. El argumento para su resolución fue tan ridículo como doloroso: “Estás viva, no fue feminicidio”, minimizando a delito de lesiones y no intento de feminicidio la condición con la que ahora vive la saxofonista.

La maquinaria de las colectivas en Oaxaca no se hizo esperar, tampoco el evidenciar la tortura de la que fue víctima María Elena durante el proceso. Afortunadamente un giro más suspendió dicha instrucción temporalmente, sólo por cuatro meses, y Vera Carrizal permanecerá en prisión. El equipo legal de María Elena sigue trabajando para que llegue la sentencia que le traiga justicia a la saxofonista por un delito en el que el 94% de las veces queda impune. 

¿Qué hace falta? La justicia de Oaxaca tiene todas las fichas necesarias en el tablero y la sentencia no llega. El feminicidio en grado de tentativa es igualmente grave. María Elena ha requerido varias cirugías mayores, injertos de piel de sus propias piernas para reconstruir sus brazos y su rostro, así como viajar continuamente a una clínica especializada para tratamiento en CDMX. Su madre, quien intentó ayudarla al momento de la agresión también sufrió quemaduras por el contacto con la sustancia.

Sobreviviente y no víctima es como María Elena prefiere definirse. No cualquiera avanza con tenacidad a un ataque tan grave como el que ella sufrió. Su vida ha podido seguir, se convirtió en una activista, como le sucede a muchas mujeres que deben luchar para encontrar la justicia que se les niega en el sistema.

Posiblemente en este guion las corruptelas y compadrazgos políticos jueguen un papel importante, pero María Elena y las mujeres que la acompañan en este proceso han sabido responder a los embates de un sistema que evidentemente no protege a las víctimas, en un país donde diariamente se registra el homicidio de 10 mujeres y no todos se investigan con perspectiva de género.

El hecho de que María Elena haya sobrevivido a un crimen de odio parece atenuar la gravedad del delito, parece proteger al agresor y no a la víctima. ¿Qué hace falta? 

La joven oaxaqueña ha sabido recuperar poco a poco su vida, reconciliarse con un saxofón al que olvidó, ya que las cicatrices en su rostro le impedían volver a tocarlo, era anatómicamente imposible. Ha requerido intervenciones y rehabilitación para poder reencontrarse con su naturaleza musical, pero parece que el sistema quiere impedirle recuperar su vida y reparar el daño.

Nada será igual para María Elena, para ella y para todas aquellas mujeres que sobreviven a una brutal agresión machista, porque sin importar cuándo llegue la sentencia para los agresores de la joven ésta será temporal, pero para ella las secuelas son permanentes.

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