Igual que Jesús Malverde es venerado como un santo entre quienes se dedican al narcotráfico, Emilio Lozoya Austin, el exdirector de Pemex que confesó haber recibido sobornos por 10 millones de dólares, se ha convertido en el ejemplo más acabado y reverenciado para quienes confían en que el brazo de la ley nunca los alcanzará.Después de casi año y medio de estar “desaparecido”, porque las únicas imágenes que se tenían de él eran las de su detención en España antes de ser extraditado a México, Lozoya ha sido visto en varias fotografías logradas el fin de semana, cenando en un lujoso restaurante de la Ciudad de México. El colmo de la impunidad y el cinismo. ¿Pero quién puede estar sorprendido?Esas fotografías son una cachetada en el rostro de Alejandro Gertz, el fiscal general de la República… pero también golpean al Presidente Andrés Manuel López Obrador y su repetitivo discurso del “ya se acabó la corrupción y la impunidad”.Sin duda, el caso Lozoya engrosará el gigantesco anecdotario de la política mexicana, pero es terrible que su ejemplo afiance el incumplimiento de la ley en un país, que como el nuestro, sostiene desde años atrás una impunidad que rebasa porcentajes superiores al 90 por ciento. Como se ha dicho en diferentes ocasiones: en México es más probable ganar un premio de la lotería que ser castigado por la justicia.La aparición de Emilio Lozoya en un restaurante (que sea lujoso es algo secundario y propio de sus costumbres de junior peñanietista), cuando hemos supuesto que está en arraigo domiciliario, sólo nos convence de algo que todos en México sabemos: la justicia aplica para los débiles, no para quienes tienen relaciones cupulares y poseen fortunas, sin importar el origen de éstas.Naturalmente, el Presidente Andrés Manuel López Obrador estaba molesto. Asumió el suceso en “la mañanera” y lo condenó como inmoral, como una afrenta, al tiempo que exigió a la Fiscalía dar razón del asunto. La “independiente” institución que encabeza Alejandro Gertz Manero, respondió con un comunicado en el que sostuvo que el proceso judicial contra Lozoya Austin sigue su curso y será el próximo 3 de noviembre cuando concluya la prórroga recientemente concedida a la defensa del acusado para que reúna pruebas y las presente.Sin embargo, también está comprometido el Poder Judicial, pues en un proceso paralelo, el juicio promovido por la periodista Lourdes Mendoza que fue quien logró las fotografías, Emilio Lozoya mintió al afirmar que se encontraba en prisión domiciliaria y por lo tanto, impedido para presentarse en audiencias. Si la afectada consigue probarlo, el juzgador deberá admitir el delito de falsedad de declaraciones que, a estas alturas, es peccata minuta, pero debe asumirse con consecuencias legales.En síntesis, este episodio no sólo ahonda la crisis de la corrupción y la impunidad en el país, sino que también desalienta en todos los ámbitos los esfuerzos para modificar las prácticas arraigadas que alimentan la desigualdad y la injusticia.El Presidente López Obrador tiene, a pesar de todo, la oportunidad de hacer cambios de fondo aunque sea a contrarreloj: sacar de su gabinete a quienes claramente han aprovechado su posición encumbrada (Manuel Bartlett, Rocío Nahle y más) y promover sanciones contra quienes han sido captados en evidentes actos ilícitos, como sus mismos hermanos. ¿Lo hará el Presidente, o los impunes seguirán venerando a sus “santos” como Lozoya?jonasn80@gmail.com / @JonasJAL
