Miércoles, 24 de Abril 2024

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Los coches de sitio (o taxis) deben querer a Guadalajara

Por: Juan Palomar

Los coches de sitio (o taxis) deben querer a Guadalajara

Los coches de sitio (o taxis) deben querer a Guadalajara

En toda ciudad que se respete los taxis (coches de sitio) son una pieza fundamental en su vida cotidiana. Además del servicio de trasporte constituyen una inapreciable fuente de conocimientos históricos, situación de las Chivas o del Atlas, el pronóstico del tiempo, son ayuda inapreciable para la seguridad, el tema político (ya no le creen a la “4T”). Su otra gran distancia es que sí conocen la ciudad -la mayoría- como la palma de su mano.

Los uber han sido una competencia feroz y desleal. Es cierto que en ciertas veces son muy prácticos. Lo malo es que tienden a ser chocantes, no platican y no dejan fumar. No conocen la ciudad y se asustan cuando el pasajero le corrige la ruta a la señorita del teléfono Waze o similar.

Gran problema de los coches (taxis) de sitio de Guadalajara: han perdido una identidad que mantuvieron desde hace más de medio siglo: sus colores y el sello de la catedral del arzobispado, de la mismísima catedral de Guadalajara con sus más que emblemáticas y queridas torres unidas por el bizarro peinetón.

¿Razones de tal tontería? La moderna estupidez de no considerar las tradiciones útiles (las demás, como diría el jefe de la “4T”, pueden irse al diablo).

Veamos: en una tradición útil las calandrias de Guadalajara estaban pintadas de azul y amarillo, los colores heráldicos de la ciudad. Por extensión, cuando llegaron los coches de sitio (taxis), los pintaron igual, más una invención genial: la silueta de las torres de la catedral. Con ese distintivo uno sabía que estaba por abordar un coche seguro, autorizado y cuyo conductor era, por lo menos, respetuoso de la religión, aunque fuera ateo, protestante o cualquier otra cosa.

Es bien sabido que la Nave de Pedro (la iglesia católica) hace agua por todos lados. Que la feligresía ha abandonado en masa el lugar de los pederastas (algunos) y de los aburridos que no ofrecen ya casi nada al doliente, al atribulado, al simple hombre (o muxir) de la calle. Tal vez por eso, ora que pintaron de blanco los taxis (coches de sitio) a nadie se le ocurrió que la pérdida de los colores legítimos y del emblema catedralicio era un tremendo revés en el que los taxistas fueron los primeros perjudicados.

Por lo tanto: petición aquí directa a los sindicatos de taxistas para que se reconsideren sus colores y pongan el emblema de catedral en todos sus coches. Esperamos aquí la respuesta de taxistas y sindicatos.

NOTA: Todos los taxistas pertenecen a un sitio determinado en la ciudad. Muchos ni pasan por allí, pero están inscritos a algún sitio de cualquier manera. De allí la denominación correcta de “coches de sitio”. También funciona lo de “taxis” siguiendo a una tradición europea en la que, según parece, el nombre proviene de la familia muy catrina Von Und et Taxis o algo así. VALE.

jpalomar@informador.com.mx

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