Los célebres “Mordelones” no eran unos dulces antiguos; la expresión se refiere a la manera como identificaba el imaginario popular a mediados del siglo XX a los Agentes de Tránsito.Una hipérbole concebida para hacer alusión a que se recurría al soborno cuando se cometía una infracción a la ley de Tránsito y así se evitaba acudir ante los Jueces Calificadores que estaban en el antiguo Departamento de Tránsito que data del 2 de febrero de 1943, colindante con el Parque Morelos, en la esquina noroeste; en esa época era Gobernador del Estado el General Marcelino García Barragán.Lo de mordelones obedecía a que con una gratificación o “mordida” se olvidaba la infracción y de allí les vino el apodo, pero como siempre pagan justos por pecadores, porque por supuesto que no todos tenían esa práctica y cuando no levantaban la infracción pese a la benevolencia, amonestaban severamente a los infractores y les quedaba una buena lección; era una forma de corrección en aras de la educación vial, sin embargo el apodo se les quedó, aunque después fue cambiando por el de “Tamarindos” por el color de su uniforme.A propósito, cuando el Departamento de Tránsito se mudó al lugar en que se encuentra actualmente por Avenida Alcalde, el edificio de Baeza Alzaga, Garibaldi y San Diego fue ocupado por la Secundaria número 3 para señoritas, a las que se les conocía como “jericallas” en alusión al color de su uniforme.Los agentes de tránsito que más eran reconocidos eran los pedestres porque pasaban las horas bajo el rayo del sol y con las inclemencias del tiempo y desafortunadamente muchos transgresores de la ley de Tránsito no fueron infraccionados por la evidente limitación de andar a pie y no en una moto o patrulla.En el centro de la Ciudad era común verlos en los cruces de calles donde no había semáforos, parados en un banquito de madera dirigiendo la circulación de vehículos, siempre vestidos impecablemente, con saco y corbata, con su quepí, -una gorra blanda de tela con una visera tipo militar, levantada en la parte de adelante con el escudo del Departamento de Tránsito- imponían, claro con la salvedad de no poder corretear a un infractor. Los que andaban en su moto o patrulla no usaban casco, también traían su quepí.Otros estaban en una estructura metálica que en la parte superior tenía una sombrilla sostenida por un tubo que de alguna manera los protegía del sol y la lluvia, y alrededor la estructura tenía forma redondeada, todo metálico y pintado de color amarillo que de alguna manera también armonizaba cromáticamente con su uniforme café y beige (de allí el otro apodo de “Los Tamarindos”).Participaban en el desfile del 20 de noviembre y su corporación motorizada era la que hacía la descubierta de inicio del desfile y se llevaban carretadas de aplausos porque la gente los quería y admiraba; además de formar parte del colorido desfile deportivo-militar hacían maniobras espectaculares y temerarias que aumentaban más la admiración de los espectadores ante la destreza de los motociclistas.Incluso en la película A toda máquina que protagonizaron Pedro Infante, Luis Aguilar y Alma Delia Fuentes en 1951, pudimos apreciar esas proezas y el filme sirvió de reconocimiento al antiguo Departamento de Tránsito que surgió en la Ciudad de México en los años 20’s del siglo pasado.En la época navideña, así como en el Día del Agente de Tránsito, recibían muchos regalos de los automovilistas y peatones como justo agradecimiento a sus servicios en favor de la sociedad. En la hemeroteca de EL INFORMADOR, podemos constatarlo con muchas fotografías que cobraron inmortalidad al ver a esos servidores públicos posar orgullosos para la lente con el montón de regalos que recibían.Muchos oficiales del Departamento de Tránsito visitaban las escuelas y colegios de la Ciudad y daban clases de Educación Vial y no pocos educandos quisimos ser de grandes Agentes de Tránsito, porque se nos hacían personas distinguidas y muy imponentes con su uniforme tipo militar, además de que prestaban un servicio muy importante a la comunidad porque no solo se concretaban a dirigir el tránsito, puesto que en no pocas ocasiones ayudaban a las personas mayores a cruzar las calles o a los automovilistas a quienes se les descomponían los vehículos a empujarlos para que no estorbaran en el tráfico, orientaban a las personas con los nombres de las calles, la ubicación de lugares públicos y auxiliaban a los turistas; eran personas dedicadas, entregadas a su vocación de servicio y por eso eran queridos y admirados por la ciudadanía.Recuerdo también que en las esquinas vendían una revista que se llamaba Alto, donde venían publicados artículos interesantes sobre educación vial, algunos puntos relevantes de la Ley de Tránsito, la tarifa de infracciones por andar sin placas, en sentido contrario, sin luces, pasarse un alto o estacionarse en lugar prohibido, requisitos para la expedición de licencias, noticias varias del Departamento de Tránsito. Era una revista informativa y formativa que repartían los agentes que se habían jubilado del Departamento.El Mayor Alfredo Medina Guerra fue, si no el primero, uno de los primeros Jefes del Departamento de Tránsito en nuestra Ciudad; persona muy apreciada y reconocida, y a él le siguieron otros que por razones de espacio no puedo mencionar por ahora.Como siempre, les agradezco el tiempo que me obsequiaron al leer mi artículo y los invito a que nos encontremos, si Dios quiere, el próximo domingo aquí en EL INFORMADOR, con su cafecito matutino y un bísquet con mantequilla y mermelada.lcampirano@yahoo.com