Jueves, 09 de Octubre 2025

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Leer las fosas; leer la muerte

Por: Diego Petersen

Leer las fosas; leer la muerte

Leer las fosas; leer la muerte

Al terrible fenómeno de la violencia asociada al crimen organizado se sumó el de la desaparición forzada -el secuestro y en la mayoría de los casos asesinato- de personas, inocentes o no (ese dato, contrario de lo que suelen insinuar las autoridades, no es importante), que terminaron en fosas clandestinas, descuartizadas, en bolsas de basura. A golpe de repetición informativa, una fosa aquí, otra allá, hemos dejado de leer la terrible historia que escriben, la macabra partitura que marca la triste melodía y el ritmo de nuestros días.

¿Cómo leer las fosas? ¿Qué nos dice ese silencio sepulcral de cementerios clandestinos, el dolor implícito de los cuerpos desmembrados, el grito acallado de los familiares que no pueden llorar porque tienen que buscar, buscar hasta encontrar? Cuando vino la ola de asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, las llamadas muertas de Juárez, la antropóloga argentina Rita Segato escribió un pequeño ensayo titulado “La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez” que nos da algunos indicios de cómo leer y comprender este fenómeno. Lo primero, dice con gran lucidez, es dejar de pensar estos asesinatos como consecuencia de la impunidad y más bien entenderlos como lo que son: productores y reproductores de la impunidad. La fosa con 131 cuerpos en El Salto, en plena zona metropolitana de Guadalajara, es una marca bestial de impunidad. No sólo por el número de cuerpos ahí dispuestos, sino por su ubicación, justo a espaldas del palacio municipal.

La otra clave de lectura que nos aporta Segato sobre este fenómeno, al que nos hemos ido acostumbrando, es entenderlo como una marca de cohesión de las mafias...

La otra clave de lectura que nos aporta Segato sobre este fenómeno, al que nos hemos ido acostumbrando como la rana al agua que sube de temperatura en el caldero, es entenderlo como una marca de cohesión de las mafias y de control territorial. Cito: “…en la capacidad de secuestrar, torturar y matar reiterada e impunemente, el sujeto autor de estos crímenes ostenta, más allá de cualquier duda, la cohesión, vitalidad y control territorial de la red corporativa que comanda”. La incapacidad de nuestras instituciones de afrontar el fenómeno de desaparición forzada y las fosas clandestinas es directamente proporcional al tamaño del control territorial del crimen organizado. Mientras las autoridades encuentren fosas, pero no responsables, la mafia seguirá escribiendo con sangre y cuerpos su ley.

El crimen organizado escribe y se comunica con la violencia. Cada cuerpo desmembrado tratado como desecho, tirado en una bolsa de basura, es un mensaje, “un sistema de comunicación (que) se transforma en un lenguaje estable y pasa a comportarse con el casi automatismo de cualquier idioma”, dice Segato. En la medida que nos hemos ido dejando de sorprender, de enojarnos, de protestar, de exigirle a las autoridades justicia y paz -que para eso y no para otra cosa están ahí- hemos también naturalizado el idioma de la muerte y de las fosas.

diego.petersen@informador.com.mx

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