Martes, 23 de Abril 2024

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Las mil y un tragedias de la pandemia antes de jubilar al cubrebocas

Por: Isaack de Loza

Las mil y un tragedias de la pandemia antes de jubilar al cubrebocas

Las mil y un tragedias de la pandemia antes de jubilar al cubrebocas

Casi nadie se acuerda ya, pero los primeros dos casos de COVID-19 en Jalisco fueron detectados y atendidos el viernes 13 de marzo de 2020 en el Hospital Civil.

Viernes 13, y en el maligno simbolismo de una fecha así, los jaliscienses cargamos la penitencia exactamente por dos años, un mes y 16 días.

Basta recordar a los turistas incómodos que vacacionaron en Vail, y que según las autoridades “importaron” el virus a Jalisco, por lo que recibieron severas críticas de las autoridades. El Gobierno de Jalisco hasta emitió una alerta porque éstos “representaban un frente potencial de contagio”, ya que después de divertirse en Vail disfrutaron de Tapalpa y Bahía de Banderas.

¿Te acuerdas cuando el gobernador nos pidió, con toda la amabilidad del mundo, que permaneciéramos cinco días en casa para evitar un repunte de casos? Te recuerdo que era “un llamado sustentado en evidencia científica, no en ocurrencias o corazonadas, que buscaba evitar el escenario de la cuarentena obligatoria”.

Por cinco días, los jaliscienses nos “guardamos” en una honesta solidaridad. Las calles y avenidas lucieron prácticamente solas y hasta pensamos que el medio ambiente se recuperaba y estábamos en camino de vencer al cambio climático. Ajá, por cinco días de quedarse en casa.

La pandemia de COVID-19 nos cambió, sin duda, pues trajo muchísimas tragedias y malas noticias… pero también puso en evidencia a nuestra clase política y, sí: a nosotros mismos.

Es que es imposible olvidar al diputado local de MC que, en un arranque de genialidad, decidió que estaría chido que el Presidente decretara un estado de excepción, sin tener la más mínima idea de lo que esto significa. O al otro diputado (también de MC) que afirmó que la mejor vacuna para un virus que se mata con agua y jabón es el cubrebocas, la sana distancia y lavarse las manos.

En los últimos dos años, los jaliscienses vimos de todo. La pandemia nos mostró la parte más humana de aquellos que conseguían y donaban tanques de oxígeno, mientras otros los acaparaban y los vendían a sobreprecio. Nos puso a sufrir porque hubo quienes daban consultas psicológicas gratuitas para tratar de lidiar con el encierro, mientras otros arrojaban café hirviendo a los trabajadores de la salud.

También salieron los audios que aseguraban que el primo de un amigo del vecino de alguien que trabajaba en Gobierno aseguraba que éste le había garantizado que iba a entrar la fase 4, 5 y hasta 6 de la pandemia. Otros que hablaban de una “ley seca”, de un utópico cierre de carreteras, que el SIAPA dejaría de trabajar (bueno, los trabajadores de campo, los que sí se la rompen) y que hasta habría un toque de queda.

El surrealismo cómico, mágico y musical que heredó la pandemia llegó al extremo de viralizar la “sugerencia” de arrojar cloro al baño a las 12 del día para, de alguna forma, “limpiar” al mundo del virus. ¡En serio! Es más, hasta se abrió un mercado negro de cervezas que se vendían tres o cuatro veces por encima de su precio real.

Pero hay más.

¿Cómo nos vamos a olvidar de cuando el gobernador nos dijo que lloró porque hubo cuatro muertes de COVID-19 el 23 de abril de 2020? O cuando se entregaban calcas de “fase 0” para que los negocios pudieran abrir.

¿Qué tal la gran idea de una fase de “responsabilidad individual”? Las playas cerradas, el té de limón y carbonato para eliminar al virus, los múltiples botonazos de emergencia y, sobre todo, las protestas por la muerte de Giovanni López que, a la postre, revelaron la grave crisis de personal que hay en la Fiscalía de Jalisco.

Este martes 10 de mayo: dos años, un mes y 16 días, Jalisco cerró un ciclo. El gobernador anunció el fin del cubrebocas como un aditamento obligatorio en espacios públicos para frenar los contagios de COVID-19, pero la historia que hay detrás y la memoria que nos queda es que, en la pandemia que nos marcó, ciertamente hubo “ocurrencias y corazonadas” heredadas tanto de Gobierno como de la sociedad.

Y, pese a todo, sobrevivimos

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