Viernes, 26 de Abril 2024

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Las anteojeras

Por: Luis Ernesto Salomón

Las anteojeras

Las anteojeras

Chesterton, el caballero inglés que vivió a fines del siglo XIX, afirmó que la imparcialidad es un nombre pomposo para la indiferencia, y que ésta es el nombre elegante para la ignorancia. Viene al caso la cita al mirar la inmensa ola de indiferencia social ante el dolor ajeno que vivimos. En los años recientes nos hemos familiarizado con palabras como decapitados, fosas clandestinas, sicarios, levantones; hemos asimilado la violencia que ha pasado de las pantallas a las calles en donde resuenan tanto los disparos como los gritos. Ante eso, creció la tendencia de pretender que nada pasaba que se trataba de asuntos ajenos. Muchos vieron la realidad sin observar alrededor, como los caballos de antaño que llevaban las anteojeras para no distraerse. Otros peor: simplemente voltearon hacia otra parte haciendo como que no veían. Ignoraron la violencia, la muerte, el sufrimiento reforzando un egoísmo tan absurdo como dañino. Esa actitud contagiosa permitió el paso de la indiferencia a la ignorancia.

Usar anteojeras resultaba y resulta cómodo porque parece defendernos de la percepción desagradable del dolor, pero impide ver con claridad la terrible pérdida de respeto a la dignidad humana que cada día se consolida en forma de violencia, muerte y pérdida de libertad. Esos son los temas esenciales a debatir en medio de la mayor amenaza a la vida y la sana convivencia que hemos enfrentado por generaciones. Esa indiferencia también llega al debate y la conversación sobre los asuntos públicos porque resulta más cómodo ser ignorante consciente, superficial y empático, que exponer con crudeza los hechos y luchar contra la ignorancia.

La indiferencia ante el sufrimiento ajeno se ha instalado como parte de la vida cotidiana aquí y en muchas sociedades contemporáneas, que parecen avanzar en disposición de información y conocimiento mientras se endurecen los sentidos dejando lejos la solidaridad y el sentido humano. Millones caminan con las anteojeras para defenderse de una realidad insoportable, pero la silueta amenazante del jinete blandiendo la guadaña sigue cabalgando entre nosotros alegrándose al mirar esa indiferencia. Con la astucia que les propia, alienta la formación de monstruos insensibles capaces de las mayores crueldades que se difunden ahora en videos repulsivos. Y ante la cercanía de su presencia muchos miran hacia otra parte y hablan de otras cosas.

Las anteojeras parecen ser más populares que las máscaras en la pandemia y hasta los tomadores de decisiones las procuran para observar solo la realidad conveniente. Pretenden imponer una agenda audiovisual endulzada también por los filtros o tapaojos virtuales para generar una percepción favorable. 

Ese punto intermedio entre el aprecio y el desprecio aparentemente defiende de la amenaza latente de un exterior sacudido por la incertidumbre violenta. Por eso, quizás, nadie se detiene al mirar un herido o se atreve a auxiliar a quién lo necesita, porque puede terminar siendo alcanzado por el jinete que se regodea en las sombras de la impunidad y la obscuridad de esa creciente indiferencia social.

Sin embargo, la indignación crece y muchos se atreven a quitarse el antifaz, a mirar de frente la realidad y comunicarla. Llaman a luchar contra la indiferencia desde la prensa, las redes sociales o las comunidades civiles o religiosas. Se han convertido en faros inmensamente valiosos que alumbran y dan la razón a Bernard Shaw, quien decía que el peor pecado que puede cometer el hombre con sus semejantes no es odiarlos sino tratarlos con indiferencia. Esa es la esencia de la inhumanidad. 

El compromiso solidario con los demás en estos tiempos aciagos se refleja en el respeto y la consideración. Ser precavidos, tener cuidados y mostrar nuestros afectos es una forma de dejar las anteojeras.

Con la luz de estos faros a los que debemos seguir y alentar, será posible romper con la indiferencia para hacer la diferencia y pasar de la ignorancia del egoísmo destructivo a la solidaridad activa que sume muchos en lo realmente importante: la vida y la dignidad humanas.

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