Martes, 16 de Abril 2024

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La terrible gravedad de Texcoco

Por: Juan Palomar

La terrible gravedad de Texcoco

La terrible gravedad de Texcoco

Para MRPO

Las incidencias políticas tocan por estos días, muy torpemente, el corazón de México. Un águila determinó el principio: un avión parece marcar estos graves momentos de confusa transición.

Despachemos la coyuntura de la “consulta” ateniéndonos a lo que las voces más lúcidas e imparciales han sido casi unánimes en señalar. Fue una peligrosísima, grotesca farsa. Es una de las maneras más insensatas que se pueda imaginar para manosear el destino de una ciudad. La discusión, ahora, está más allá. ¿Cómo encarar responsablemente el destino de una megalópolis planetaria de 25 millones de habitantes?

La crisis de estos días del abastecimiento del agua para la ciudad es un argumento irrefutable: vamos -o llegamos- al desastre. Todo está ligado: el problema hidráulico y territorial, las malas prácticas urbanas, el sofocamiento populista de la democracia tan incipiente, la polarización entre hermanos, el rumor de la discordia que asalta las puertas de la comunidad. Y el asunto del aeropuerto es una gran metáfora.

Es preciso repetirlo: un aeropuerto sensato puede ser la llave para la gran recuperación ecológica de la capital de todos los mexicanos. El equipo de Teodoro González de León y Alberto Kalach lo ha dicho, lo ha demostrado hasta el cansancio, y científicamente, durante más de un cuarto de siglo. Siguiendo esta estricta lógica estos arquitectos participaron en el concurso para el NAICM. Y tristemente -en todos los sentidos- perdieron. Porque dentro de su propuesta un aeropuerto mucho más modesto y sustentable era la palanca para recuperar, nada menos, que la Ciudad Lacustre.

El proyecto de Sir Norman Foster y Fernando Romero, de cualquier manera, podría ser, con los ajustes indispensables, esa llave. Esa inmensa posibilidad de que la masa crítica de inversión y agencia necesaria abriera la puerta a todas las alternativas de la ciudad lacustre, del renacimiento ambiental de la ciudad. Con ese proyecto, que lleva un significativo avance y una exorbitante inversión pasada y futura, es factible ensamblar los otros componentes del salvamento hidráulico de toda la cuenta, del saneamiento de las aguas negras, de la preservación de flora y fauna. Es posible mejorar radicalmente la vida de cuatro millones de habitantes directamente aledaños a la zona. Y tener un cuerpo de agua limpia de una extensión mayor a la de la bahía de Acapulco. Y, con un litoral de 80 kilómetros, es también factible generar un desarrollo urbano incluyente, ordenado, puntualmente respetuoso de las comunidades originarias y sus derechos.

Todo lo anterior, de un manotazo cavernario, parece haberse ido a la basura. Para decirlo bruscamente, es criminal. La “opción” de Santa Lucía no es tal. Un simple dato: el problema ambiental de esa microrregión es tres veces más complejo que el de Texcoco. Y no hay ni medio estudio técnico al respecto.

Esperemos que el intercambio sereno y mesurado de pareceres informados y técnicamente solventes sobre el tema sobreviva al abismal desaguisado populista. Esperemos que algunos actores del próximo Gobierno atinen a oír razones. Esperemos que la ambición política no cancele las vías a un futuro ambiental, ecológico, urbano y económico más justo para todos. Sigamos terquéandole...

jpalomar@informador.com.mx

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