Viernes, 10 de Octubre 2025

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“La nota desafinada”

Por: Carlos Enrigue

“La nota desafinada”

“La nota desafinada”

Cuando éramos niños, mi nana Serafina perdió la razón. Aunque muchos nos culparon, falsamente, de haberla vuelto loca nosotros, cuando la hospitalizamos, el médico que la atendía nos dijo que la locura es una nota desafinada en un piano y no se nota mientras no la toques. Y a mí se me grabó esa explicación porque en el caso de mi nana eran unas notas sencillas. Una era su odio por los farones (que después supimos se refería a los faraones), tan crueles como aparecían en la historia sagrada -porque no creo que ella hubiera tenido acceso a la Biblia-, que eran causantes de todos los males del mundo y cuyos representantes terrenales reencarnaban en diversas personas que, según ella, los representaban y hacían maldades. Y la otra nota era una canica, que por lo general buscaba en la ropa de otras gentes de las que nos hacían el favor de ayudarnos en casa, en especial una, que entonces era muy joven y que después fue mi comadre; pero en general era una loca bastante mansita.

Acordarme de aquella querida persona me hizo recordar otro día en que yo sentí que se me había desafinado una nota a mí. Debe haber sido en los setentas y concurrí a una cita en Palacio nacional con un alto funcionario de Hacienda, reunión en la que o tenía grandes expectativas o esperaba obtener algún beneficio que, a estas alturas del partido, no recuerdo bien. El hecho es que era una reunión que en aquel momento yo consideraba muy importante para mí y, con la fuerza de la juventud, sentí que cambiaria mi vida; sé que era con un alto personaje porque en Palacio nacional solo tenían oficinas particulares los altos funcionarios y en la sala de espera había puros muebles de época, una decoración sobria pero también de época. En esas oficinas reinaba el silencio y producía que se tuviera hasta miedo de romperlo. 

El hecho es que yo estaba ensimismado en mis pensamientos, cuando de pronto empezaron a entrar al salón unos militares, pero con uniformes que debían haber sido del tiempo de la guerra de Reforma, con espada y todo, pero que ingresaron en silencio, como esperando a alguien y tras unos minutos, entró don Benito Juárez y más militares. Sinceramente yo pensé que se me había destapado la mollera, mi primera reacción fue buscar algo que me volviera a la realidad, pero el sitio -como ya les dije- estaba decorado como debió haber estado en el tiempo en el que vivieron los personajes que a mí me sorprendían ahí.

Cuando ya me sentía listo para San Juan de Dios -que así se llamaba el sanatorio para enfermedades mentales-, se apareció un voceador que vendía un diario de la tarde, que creo que se llamaba Últimas noticias y me enteré que era un grupo de actores que filmaba ahí una serie sobre la reforma.

@enrigue_zuloaga

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