Nada más fuerte que el espíritu de un niño, hasta que la violencia lo rompe en pedazos. Pocas imágenes he visto tan desgarradoras como las que me mostraron el clima de violencia que vive Sonora, en el que la semana anterior evidenció cómo el valor de una pequeña enfrentó sin pensarlo a un comando de civiles armados para evitar que le arrebataran a su padre, un joven de 34 años que viajaba con dos pequeños en una camioneta a quienes acababa de recoger de la escuela. Nada más cercano a una superheroína y quizá no tenga más de seis años.Esas imágenes de drama y horror a 24 por segundo fueron captadas por un ciudadano a quien la violencia le cerró el paso en su automóvil un mediodía cualquiera; y luego de que el comando logró su objetivo y “levantó” al hombre, quien más tarde fue encontrado sin vida por impacto de arma de fuego, el video mostró el compromiso de quienes se encontraban cerca para rescatar a los pequeños. Un cortometraje documental que, en unos cuantos segundos, mostró el terror que se vive en las calles, esta vez de Sonora, pero que se replica en todo el país.Y como a ellos, la violencia ha dejado huérfanos a miles de niñas y niños que han vivido los efectos del crimen organizado y ha dejado sin hijos a miles de padres que han tenido que vivir con los daños colaterales que genera el fuego cruzado. Víctimas en cualquiera de los casos y que el año pasado reportó dos mil 027 homicidios y cuatro mil 328 desapariciones de menores de cero a 17 años, de acuerdo al reporte 2021 de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim).¿Cómo frenar en el país el fenómeno que ha dejado en las últimas tres administraciones una generación de niños que respiran violencia? ¿Cómo reparar el daño y garantizar que esas experiencias traumáticas no convertirán a los menores en adultos presos del odio? ¿Qué hacen las autoridades y las instituciones por esos niños huérfanos? ¿Cómo evitar que piensen que no hay más realidad que la que ven en las calles y se sumen a las filas del crimen organizado? En los últimos 15 años se intentó hacerlo con “mano dura”, “prevención del delito” e incluso con la “construcción de la paz”. Ninguna ha funcionado hasta ahora.En este país donde las guerras civiles no han dado tregua desde su independencia, los grupos delictivos cambian los trazos en las líneas estratégicas de seguridad y también en la forma de narrar la realidad. Ésa donde el territorio se transforma con pueblos desplazados y abandonados hasta quedar un solo habitante, como en Sarabia, Zacatecas, donde les arrebataron la vida que conocían a sus habitantes. Un ejemplo como muchos de las heridas sociales.Con ese panorama, ¿de qué fibras debe estar compuesto el hilo que reconstruya el tejido social en México? Quizá del valor que surge en un ciudadano que no teme proteger a otro, de la rabia que mueve a quienes han sido víctimas y se convierten en activistas o de la fortaleza que tienen aquellos que denuncian las injusticias a costa de su propia integridad. Esperamos un cambio discursivo que garantice la seguridad de sus ciudadanos y al Gobierno se le acaba el tiempo para demostrar que puede lograrlo.puntociego@mail.com