Miércoles, 24 de Abril 2024

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La democracia y sus anticuerpos

Por: Diego Petersen

La democracia y sus anticuerpos

La democracia y sus anticuerpos

Entre bromas, comentábamos los amigos que había que atender la rueda de prensa vespertina de López-Gatell para saber si la Cofepris había autorizado ya el uso del discurso de toma de posesión de Joe Biden como medicamento para el insomnio y vacuna contra la euforia. Difícil recordar una toma de posesión más parecida a un sermón, el sermón del Capitolio, pero después de las estridencias, lenguaje superlativo e insultos de Donald Trump, el tono sereno que escuchamos el día de ayer es un remanso para la política mundial.

Si algo hay que aprender de la era Trump es que la democracia genera sus propios virus. Ante la incapacidad de dar los resultados en las promesas básicas de igualdad de oportunidades y el fin de los privilegios (las grandes promesas de la Revolución Francesa), sea por distorsiones, corrupción, burocracia, deterioro institucional, etcétera, surgen liderazgos mesiánicos y sociedades polarizadas. Si algo hemos de aprender del triunfo de Biden es que la única vía para restituir los valores de la convivencia pacífica y la igualdad es la misma democracia. Una enfermedad como el trumpismo no es inocua, deja secuelas difíciles de erradicar, pero igualmente hoy sabemos que la única vía para generar los anticuerpos necesarios es la democracia. 

Sí, la democracia genera virus, pero también sus anticuerpos. Ante un bicho tan nocivo como el del pelo naranja era necesario regresar a los más básicos valores

Sí, la democracia genera virus, pero también sus anticuerpos. Ante un bicho tan nocivo como el del pelo naranja era necesario regresar a los más básicos valores democráticos. Escuchar hablar de unidad, verdad, respeto, decencia como los soportes del ejercicio del poder, regresa la confianza en la política como vía para resolver nuestras diferencias. No es la primera vez que la democracia estadounidense opta por este tipo de remansos en medio de la crisis. La personalidad y el tono de Biden recuerdan mucho a Jimmy Carter, el demócrata que fue electo en 1976 tras los escándalos de Watergate y la crisis moral del gobierno encabezado por los republicanos que terminó con la renuncia de Richard Nixon (para evitar su destitución) y un desatinado vicepresidente Gerald Ford terminando el cuatrienio en medio de conflictos internos e internacionales. Carter duró sólo un periodo, lo derrotó estrepitosamente en su intento de reelección Ronald Reagan, pero regresó la decencia a la Casa Blanca.

Todo apunta a que Biden será, al igual que Carter, presidente de un sólo periodo. Cuando termine su mandato en 2025 tendrá 82 años, 81 al día de la elección, por lo que es muy poco probable que busque la reelección. La gran pregunta es si para entonces los anticuerpos de la democracia habrán logrado hacer efecto y destruir el trumpismo, esta cepa estadunidense del virus populista que está amenazando muchas democracias alrededor del mundo. 

diego.petersen@informador.com.mx

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