Viernes, 29 de Marzo 2024
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La Universidad

Por: José M. Murià

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Para Adalberto Ortega Solís y en memoria de Enrique Díaz de León, fallecido un día como hoy

Muy pronto se cumplirán 60 años en que, de una manera o de otra, no he dejado de estar más o menos ligado a la Universidad de Guadalajara y, eso sí, siempre atento a las cosas que suceden en ella. Puedo decir, como corresponde a mi avanzada edad, que me ha tocado ver y saber “de todo” y conocer a muy diversos tipos de universitarios. Pronto publicaré algunas páginas hablando de ellos, a pesar de que tal vez no resulte grato en algunos casos. No puede ser de otro modo, en una universidad pública con verdaderas pretensiones “universales” y de favorecer la educación lo más generalizada posible a la población.

Hubo años en que se notaba mucho que los recursos eran muy pocos. Otros, a partir de 1968, en que la hegemonía fue para verdaderos gorilas y rufianes, pero al finalizar los años ochenta comenzó un auténtico rescate que ha llevado a nuestra “máxima casa de estudios” a un rango que en los setenta nos hubiera resultado increíble.

Viene a cuento lo dicho porque en días pasados se llevó a cabo la 62ª sesión ordinaria del Consejo Social de la Universidad que se celebra cada seis meses, ahora bajo la presidencia de un probo y connotado jurisconsulto. Los informes que en ella se dieron destacaron el importante lugar que la Universidad ocupa en el contexto nacional, después de que otrora pudo haberse ubicado entre las peores del país.

El suscrito hace treinta años que es miembro de dicho Consejo, del que forman parte también importantes funcionarios de la Casa, del Gobierno del Estado y representantes de distintas y prestigiadas corporaciones de la iniciativa privada.

Se trata de un grupo en verdad “variopinto” cuyas ideas enriquecen sobremanera el quehacer de la institución y, de paso, permiten que la sociedad tenga acceso a lo que se hace y, sobre todo a lo que se gasta.

En pocos lugares las cuentas aparecen tan claras como en esa reunión, lo cual se debe también a que el ejercicio del gasto, en la Universidad, se realiza con una absoluta transparencia y el ojo avizor también de probos y destacados miembros de la comunidad.

Piénsese que en lo que se refiere al mundo del dinero hace mucho que en la Casa de estudios no se suscita ningún motivo de sospecha, aunque no falta quien estaría encantado con descubrir alguna “irregularidad”.

Tal como sucede cada semestre, los miembros del Consejo Social, especialmente quienes llevamos tres décadas militando en él, salimos encantados de la reunión, lo mismo por los progresos institucionales que por el buen nivel de sus discusiones y proposiciones.

En tiempos en que el salvaje neoliberalismo o neoporfirismo parece arrasar con muchas conquistas en favor de la comunidad, levanta el ánimo que una institución tan importante navegue viento en popa.

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