La economía mundial transita de la globalización estable hacia una fragmentación creciente, que reconfigura los bloques y los grupos de naciones, haciendo que la guerra económica sea parte ahora del orden internacional. Esta guerra, impulsada por quienes enarbolan banderas nacionalistas y mercantilistas, utiliza instrumentos financieros, comerciales y tecnológicos para ejercer poder y presión sobre otras naciones.Woodrow Wilson, presidente de Estados Unidos en la segunda década del siglo XX, advirtió que la capacidad de un país para organizar sanciones económicas podría ser “más terrible que la guerra misma”. Hoy, esa advertencia se ha convertido en una realidad. Las sanciones económicas, los controles y las restricciones a la inversión conforman el nuevo arsenal de coerción global.En su reciente libro Chokepoints, el exfuncionario estadounidense y académico de Columbia University, Edward Fishman, detalla cómo Estados Unidos sostiene su poder global a través del control de puntos estratégicos clave en la economía mundial. El principal de ellos es la supremacía del dólar: “El dólar interviene en casi el 90 % de las transacciones de divisas”, señala Fishman. Otro punto de control es la propiedad intelectual y los conocimientos técnicos detrás de tecnologías esenciales, como los chips avanzados que sostienen la economía digital. Desde esa plataforma, Washington despliega su poder económico con una precisión quirúrgica.Este análisis es oportuno para entender la presión creciente que ha enfrentado México en los últimos meses. Nuestro país ha sido blanco de un conjunto de medidas económicas, comerciales, financieras y políticas que recuerdan los casos documentados por Fishman sobre Rusia o China, en el marco de esta nueva guerra económica.Solo por citar algunos hechos vale recordar que en febrero, se reportó la presencia de buques militares estadounidenses frente a costas mexicanas y sobrevuelos de aviones de vigilancia. Ese mismo mes, México entregó a 29 personas requeridas por la justicia estadounidense. En abril, el expresidente Donald Trump reveló haber ofrecido enviar tropas a México para capturar a líderes del narcotráfico, propuesta que fue rechazada por la presidenta Claudia Sheinbaum. A ello siguieron nuevas presiones comerciales sobre el acero, el aluminio, el tomate y el gusano barrenador, así como iniciativas para gravar las remesas enviadas por migrantes.También se anunciaron restricciones migratorias, como el retiro de visas a figuras públicas, y se intensificaron las redadas en California contra personas sin documentos, lo que desató protestas con banderas mexicanas y acusaciones de hostigamiento, negadas por Palacio Nacional.Pero quizás el golpe más significativo ha sido el reciente señalamiento del Departamento del Tesoro estadounidense contra tres instituciones del sistema financiero mexicano, lo que derivó en su intervención por parte de las autoridades nacionales y provocó una profunda sacudida en el sistema financiero.A nivel global, en ese periodo se agudizaron los conflictos bélicos en Ucrania, Gaza y se abrió un frente militar en Iran con la participación de Estados Unidos; se reconfiguró la OTAN, se agudizó la dependencia económica de Rusia respecto a China y se establecieron acuerdos económicos entre China y Estados Unidos.No ha habido respiro en el frenético ritmo planteado por la administración Trump en la reconfiguración del orden internacional impulsada por medidas punitivas en materia económica, comercial y financiera.Este escenario confirma que hemos entrado de lleno en una etapa marcada por guerras económicas, donde el fin de la globalización estable ha dado paso a una era de tensiones sistémicas. Frente a ello, México ha mantenido una postura firme y prudente. Si bien existen sectores en Estados Unidos que apuestan por la confrontación —incluso militar— con su principal socio comercial, también hay voces poderosas que defienden la necesidad de un entendimiento basado en la cooperación y la prosperidad compartida.El momento exige lucidez estratégica. El riesgo no está solo en las medidas punitivas, sino en la posibilidad de que se erosione la arquitectura de acuerdos que ha permitido, con todas sus limitaciones, una estabilidad conveniente en la relación bilateral. Es previsible que en medio de la agitación global las tensiones seguirán, pero la ruta deseable es la del diálogo inteligente, el respeto mutuo y la búsqueda de soluciones conjuntas. Porque en las guerras económicas, como en todas las guerras, los pueblos son quienes pagan el precio más alto.luisernestosalomon@gmail.com