Sábado, 27 de Septiembre 2025

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Julieta Fierro: Polvo de estrellas

Por: Erika Loyo Beristán

Julieta Fierro: Polvo de estrellas

Julieta Fierro: Polvo de estrellas

La gran Julieta Fierro, se convirtió en lo que más amaba, polvo de estrellas. La ciencia, ha perdido a una de las mujeres científicas y divulgadoras de la ciencia más importantes del país, una mujer sencilla, noble, inteligente y profundamente horizontal. Hay quienes solían llamarle la “rock star” de la ciencia porque sus explicaciones sobre el espacio interestelar, siempre eran cotidianas y hasta graciosas. Ella siempre decía que su hermano Miguel, que tenía síndrome de down, fue quien le enseñó a enseñar ciencia fácil. 

Desde pequeña gustaba del teatro y eso se notaba en su desarrollo profesional y académico, explicaba la ciencia de manera histriónica y graciosa. Le gustaba hablar del espacio y los planetas en las ferias del libro infantil a través de estrategias dramáticas y de baile. Como desde pequeña había aprendido el ballet, utilizaba la danza para explicar la ciencia, se ponía sus zapatillas rosas, se paraba de puntillas y desde ahí explicaba la teoría de la gravedad ante auditorios repletos de jóvenes.

Gustaba de escribir libros que permitían hablar de la ciencia a las infancias, como el libro que escribió junto con Juan Tonda titulado “El libro de las cochinadas” mismo que lleva casi 30 reimpresiones desde que fue escrito. Nadie como ella para poder conectar con las juventudes y las infancias haciendo que la ciencia fuera un aprendizaje divertido.

De niña, Julieta decía que quería ser “hada” y trabajar en un circo. Toda su vida, luchó por ser mujer en la ciencia y a sus 77 años, solía decirles a las mujeres, que ya no debían preocuparse por legitimar su papel en esos espacios y al mismo tiempo sentirse obligadas a cumplir con las labores asignadas por los roles y estereotipos de género, solía decir, “ninguna mujer muere por no lavar los trastes”, pero sí se muere de a poco, por no disfrutar el tiempo y sentirse contentas consigo mismas. Siempre les decía a las mujeres que dejaran de vivir en la cultura del sacrificio y que se significaran por sí mismas y no por los ordenamientos sociales soportados en el prestigio y los parámetros patriarcales de lo que significa ser exitosas, les decía a las mujeres jóvenes que dejaran de sentirse cansadas permanentemente para cumplir con las expectativas de una sociedad que jamás iban a cumplir. Su pasión era la divulgación de la ciencia y lo hacía con grandes dotes comunicativas, siempre horizontales y coloquiales, por ello recibió varios premios y reconocimientos mundiales y nacionales. 

En sus conferencias magistrales, siempre llevaba una bolsita llena de estrellas de papel, mismas que dispersaba entre el auditorio al terminar. Julieta era como una ola, esa que te llevaba a su mundo de comprensión de lo inexplicable. De acuerdo con ella, la ciencia construye verdades parciales y siempre se renueva, a Julieta le encantaba nunca tener la verdad y luchar por construir algo cercano a la certeza. Definía a la ciencia como libre, diversa y una fuente inagotable de felicidad. Para ella la felicidad era relativa, momentánea y no comparativa. La felicidad es singular e individual, y se encuentra en los retos complejos cotidianos ante los cuáles, siempre hay que sonreír. 

En 2023, diversas instancias de investigación y la comunidad de la UNAM, nombraron una nueva especie de luciérnagas que habitan en los entornos del Instituto de Biología con su nombre. Julieta era estrella y luciérnaga, fue en vida luz que siempre representó esperanza. Ella nos hará mucha falta, pero hoy ya es, polvo de estrellas.

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