Dejando a un lado todas las consideraciones globales, Donald Trump decidió trasladar la embajada de los Estados Unidos a Jerusalén con un propósito electoral. Esta visión que coloca en el eje de las decisiones a la opinión pública norteamericana ha sido una constante en la gestión de la administración de la Casa Blanca desde el 20 de enero pasado. De alguna forma el desprecio a los temas del comercio global, el muro, el fin del TLCAN, la salida de la UNESCO y muchos otros temas están orientados por los indicadores políticos de cara a las elecciones futuras de las que depende Trump.En el caso de Jerusalén como sede de una embajada, se trata de un movimiento simbólico que constituye, para muchos, una provocación al mundo musulmán. Las reacciones han resultado en un aislamiento de los Estados Unidos, en un enfriamiento de las relaciones con Europa y en agitación en el mundo árabe.Hasta ahora las reacciones han sido protestas en diversas partes del mundo en una especie de reacción cautelosa, pero que presagia en escalar los conflictos en el Medio Oriente. Una decisión como esa en un desprecio también a la diplomacia internacional y un golpe a su Secretario de Estado, quién, según versiones prensa sería relevado en las próximas semanas por el actual director de la CIA, un radical cercano al Presidente.El riesgo de una reacción terrorista se agrava haciendo pagar un costo de miedo a todo el mundo Occidental. Esta decisión muestra, una vez más, que el único campo de batalla en donde Trump pone cuidado de verdad es la arena político electoral en la que cada vez está más inmerso. Por eso quienes no piensan como él están cada vez más concentrados en dar la batalla mediante la construcción de corrientes de opinión pública que realmente incidan en los resultados electorales que él considera fundamentales.La elección especial de Alabama es una muestra de ello, en donde el candidato republicano Moore fue acusado de conducta sexual inapropiada con menores de edad, y a pesar de ello el Presidente Trump hace campaña a su favor, para evitar una derrota en un Estado tradicionalmente republicano.Para México es claro que con esa visión, la negociación del TLCAN, el muro y los reclamos por el tráfico de drogas, son temas que al parecer se sujetan a las condiciones electorales, primero, y en segundo término en su valor objetivo. Así las cosas además del trabajo técnico y diplomático, que resulta indispensable, habrá que reforzar la labor de cabildeo político y la comunicación intensa con las comunidades de habla hispana allá, para fortalecer las corrientes de opinión pública que favorezcan la visión de la igualdad, la inclusión y el respeto a la dignidad; por una parte, y el libre comercio y la integración de la economía regional por la otra.La polarización de la opinión pública en Estados Unidos ha hecho que la mayoría de las personas educadas y liberales coincidan con las posiciones que defiende nuestro país, y esto resulta de gran importancia para el futuro inmediato. Otra vez resulta clave hacer más por México en Estados Unidos mediante las alianzas con organizaciones, grupos, empresas y personas que coinciden con nuestro punto de vista. Aunque no es sencillo, tampoco hay que dejar de ver el tamaño de nuestra relación que supone más de 14 millones de mexicanos allá y más de 500 mil millones en intercambio, hechos que penetran en todos los estados y en la mayor parte de las ciudades importantes.El traslado de la embajada a Jerusalén abre un frente de riesgo de inestabilidad en Medio Oriente, y refuerza el argumento de que ahora mismo una muy buena forma de trabajar por México es fortalecer nuestra presencia en la opinión pública de la región norteamericana.
