Jueves, 18 de Abril 2024

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Inseguras

Por: Gabriela Aguilar

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Extraña cuesta de enero la que nos recibe en 2022: feminicidios al alza y una inseguridad que no da tregua. Décadas atrás “la cuesta de enero” solía significar un replanteamiento en las finanzas: aumento en precios y no faltaba la nota de las filas en las casas de empeño. 

Las cosas cambian mucho. La cuesta de enero en 2021 era de salud: frenar los casos de COVID-19 en el umbral de los avances para la vacuna que más tarde llegaría. Al parecer la de este año tiene más que ver con la seguridad que con el dinero o la salud. Si bien el peregrinar por una prueba covid en tiempos Ómicron gana los titulares y la intermitencia de educación presencial mantiene en vilo la agenda de las familias, los números de “la otra pandemia” no son menos alarmantes. En la primera semana del año se registraron al menos seis feminicidios en el Estado; sin considerar los homicidios dolosos que más temprano que tarde cambian la estadística.

Recibía el domingo con el recuento y, para variar, sin responsables detenidos cuando mis ojos se posaron sobre una información que bien podría salir de las páginas de “Crímenes ejemplares” de Max Aub: “Hombre agrede a su expareja a patadas; golpea a los ciclopolicías que atienden el reporte”… “Hombre agrede con un martillo a su pareja en medio de la madrugada. Policías detienen al hombre y la herramienta con que hirió a la mujer en la cabeza”… A diferencia de esos microrrelatos en blanco y negro del escritor español, hasta que se reporte lo contrario, no hubo decesos que lamentar y hay responsables detenidos; lo lamentable aquí es saber que la violencia de género no se detiene, que da igual si el agresor vive o no bajo el mismo techo. La agresión persiste. 

Y mientras hilaba los datos que indican que el arranque del año es negativo para la seguridad de las mujeres, considerando que de enero a noviembre de 2021 se registraron 66 feminicidios, 20 casos más que en 2019 con 46 en el mismo periodo, se reactivó otra luz roja que no ha terminado de apagarse con el homicidio de una mujer de 60 años al despojarla de su vehículo entre las calles Isla Groenlandia e Isla Salomón en la colonia Jardines del Sur en Guadalajara el domingo por la noche. 

Mi archivo mental se activó. Llegaron casos que el año pasado cruzaron por este espacio: de la maestra que fue agredida con arma de fuego al intentar robarle su camioneta en Bugambilias y el de Susy, la mujer que murió en la colonia López de Legaspi al robarle una SUV que minutos más tarde los ladrones abandonaron. Otra vez el mismo esquema: un robo y un homicidio; otra vez sin responsables; otra vez una mujer que pierde la vida por la delincuencia en el corazón de la ciudad. Lamentable saber que con resistencia o cooperación al asalto el resultado es el mismo; que no hay tejido social que pueda zurcir esas heridas; que las bandas delictivas ganan la partida.

Ojalá que la estadística cambie. Que la cuesta de enero se quede en enero y al cierre del año podamos reflejar que la violencia de género pudo controlarse, que encontramos la estrategia para hacerlo. Ojalá que la integridad de las mujeres no se siga sintetizando en microrrelatos al estilo Max Aub que evidencien el nivel de inseguridad que se vive en el Estado, porque la realidad siempre supera a la ficción.

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