Viernes, 26 de Abril 2024

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Igualdad en la política: ¿ellas pueden?

Por: Jorge O. Navarro

Igualdad en la política: ¿ellas pueden?

Igualdad en la política: ¿ellas pueden?

Las elecciones del 2021 están en pleno hervor. En Jalisco no sólo están en juego las 125 alcaldías y la renovación del Congreso del Estado; lo que se definirá en las urnas será la supervivencia del grupo político del gobernador Enrique Alfaro Ramírez. El partido Movimiento Ciudadano se afianza o será definitivamente derrotado ante el empuje de Movimiento Regeneración Nacional (Morena).

Pero detrás de esa gran lucha de poder, muchas otras causas exigen su propio espacio. Una de éstas es la batalla de las mujeres en la política. Pero esa expresión es genérica. Para describirlo mejor: las mujeres de todos los partidos políticos y todas las estructuras de acceso al poder están coincidiendo, sin proponérselo, en un solo terreno: quieren igualdad de condiciones con los varones, mitad y mitad de todo.

Observemos la coincidencia: voces femeninas de todos los partidos e incluso de diferentes sectores académicos, han condenado las recientes directrices dictadas por el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana (IEPC) para determinar la paridad en candidaturas.

Personajes como Susana Ochoa, de Futuro (el partido que tiene como personaje más conocido a Pedro Kumamoto), y Valeria Ávila, de Hagamos (el nuevo partido del Grupo Universidad), califican la reglamentación como un retroceso.

Lo mismo afirman personajes como Mariana Fernández, diputada del PRI; Mara Robles, diputada que llegó al Congreso por la alianza del Grupo Universidad y MC; o Candelaria Ochoa, hoy identificada con las causas lopezobradoristas.

En términos generales, estas y muchas otras mujeres con vida política propia, una trayectoria pública identificable o incluso, una carrera en la academia, denuncian la presencia de un patriarcado político y empresarial que se niega a dejar espacios para ellas y que inventa resquicios para impedir la igualdad en la toma de decisiones en la  comunidad.

La nueva discusión es que al definirse las candidaturas, “ellos” quieren quedarse con los espacios más importantes, sobre todo en los municipios con más población y presupuesto, y dejarlas a “ellas” con las candidaturas que representan poco y que si terminan en derrota, no afectarán sustancialmente el reparto del poder.

En el Instituto Electoral que encabeza Guillermo Alcaraz Cross tienen, por decirlo en términos policíacos, la coartada perfecta: los lineamientos fueron aprobados por el pleno del Consejo, y en éste hay mujeres y hombres.

¿Qué ocurrirá si una o varias mujeres en cualquier partido se inconforman con la designación de candidaturas? Pueden acudir a la instancia superior, que es el Consejo General del INE, o bien al Tribunal Electoral. La Constitución mexicana (artículo 41) establece claramente el principio de paridad, es decir, mismo número de candidaturas femeninas y masculinas. Si la argumentación es correcta, ocurriría que las inconformes ganen sus casos en cascada.

Pero la defensa jurídica es particular. Caso por caso.

Permanecería así el principio de dominación masculina.

Siempre he creído que la legislación para favorecerlas a ellas es sólo un primer paso. El poder, aún en la democracia, se ejerce. No se comparte. Ellas tendrán que tomarlo y sólo lo conseguirán uniéndose.

Cualquiera que observe las estructuras del poder político y económico, se entera de quiénes mandan realmente. Tenerlas a ellas en esa posición precisa todavía un largo proceso.

jonasn80@gmail.com / @JonasJAL
 

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