Viernes, 29 de Marzo 2024
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Fuga de cerebros

Por: Eugenio Ruiz Orozco

Desde hace muchos años, originalmente como consecuencia de las guerras mundiales y después por la atracción que la mayor economía del mundo ejerce sobre el mercado de trabajo, muchos mexicanos se han desplazado hacia los Estados Unidos. Hoy son, sin duda, la comunidad de habla hispana con mayor presencia en el vecino país. Inicialmente los migrantes eran, sin que se entienda peyorativamente, músculo, “braceros”, cuyo trabajo era agrícola: levantar las cosechas; posteriormente se sumaron a la industria de la construcción y a otras actividades económicas. Su preparación era mínima, algunos eran incluso analfabetos. Sin embargo, muchos de ellos y de sus hijos desarrollaron capacidades que les permitieron ascender en la escala social hasta lugares importantes: el Senado, la Cámara de Representantes y algunas gubernaturas. Unos hicieron fortuna, otros murieron en el desierto. Hasta ahí, la historia es laudatoria. No sólo eso, es ejemplar. Hoy, la mayor cantidad de transferencias por concepto de remesas que ingresan al país proceden de los mexicoamericanos residentes en EUA. Jalisco es uno de los estados más beneficiados por los “hijos ausentes”.

Algo preocupante está sucediendo frente a nuestras narices. Una gran cantidad de jóvenes está emigrando hacia otras naciones y no son, como antaño, los físicamente mejor dotados, destinados a trabajos marginales. No; son los más sobresalientes y capaces quienes se están moviendo hacia otras regiones del mundo. ¿Las razones? Hoy los mercados de trabajo de los países desarrollados están abiertos para las mejores inteligencias, vengan de donde vengan, y además están muy bien remunerados. Si juntamos las deficiencias del sistema educativo, la precariedad de oportunidades que ofrecen un futuro incierto en el mercado de trabajo nacional y el ambiente de confrontación que se ha venido propiciando en el que se descalifica la riqueza, el conocimiento y el esfuerzo, el rompecabezas cobra sentido.

Una nación necesita a los mejores para su desarrollo y, lamentablemente, en nuestro caso nos estamos vaciando de talentos, de amor y de compromiso para lograr altos niveles en nuestra calidad de vida. ¿De qué nos sirve tener a algunos de los empresarios más ricos del planeta si lo que necesitamos es tener miles de emprendedores que generen trabajo y compartan dividendos? ¿De qué sirve un sistema educativo dirigido por una persona cuya mayor cualidad es la lealtad al Presidente y no su calificación profesional? ¿De qué nos sirve un sistema para la formación de recursos humanos en el que se privilegia la trampa para pasar de grado, la indolencia en los alumnos y la “tiendita” en los centros escolares? ¿Dónde el mérito, la cultura del esfuerzo y el premio al talento y a la creatividad?

Instituciones superiores como el Colegio de Jalisco ofertan plazas de trabajo para las que exigen alta preparación y experiencia y, en contraparte, ofrecen salarios miserables. Claro, no es culpa de quien las dirige: en este país, la cultura es un subproducto al que se le destinan presupuestos míseros. Mientras tanto, a ciencia y paciencia de nuestras autoridades, la fuga de cerebros continuará. Pobre México.

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