Viernes, 19 de Abril 2024

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Francisco Javier Hidalgo y Costilla Hernández

Por: Eugenio Ruiz Orozco

Francisco Javier Hidalgo y Costilla Hernández

Francisco Javier Hidalgo y Costilla Hernández

La generación de abogados 1963-1968 de la Universidad de Guadalajara está integrada por destacados profesionistas que han servido bien y honestamente a nuestra comunidad. Entre los egresados están la primera mujer magistrada del Tribunal Electoral de la Federación, Bertha Alfonsina Navarro Hidalgo, así como la maestra Lourdes Yerena Galeana, fundadora de la Facultad de Derecho de la Universidad de Nayarit, junto con un buen número de funcionarios (magistrados, jueces y secretarios) que han sido parte de los Poderes Judiciales de la Federación y del Estado; más de veinte diputados federales y locales, además de incontables servidores públicos, como Rogelio Aceves Barajas (+) y Luis Valdivia Cárdenas (+). También, empresarios como Eleuterio Castillo Agredano, fundador de la Universidad Tecnológica de Guadalajara, presidentes municipales, entre ellos Abel Salgado Velasco (+) y Ricardo Chávez Pérez. Se suman a la lista 20 Notarios Públicos, prestigiados abogados, líderes gremiales y dirigentes sociales, quienes han aportado su inteligencia y esfuerzo para construir una sociedad mejor.

Forma parte de esa generación Francisco Javier Hidalgo, quien hace menos de una semana fue agredido por delincuentes que, al amparo de la impunidad, trataron, a decir de sus vecinos, de secuestrarlo. Para quienes no saben de quién estoy hablando, debo compartir que Hidalgo obtuvo, durante los cinco años de la carrera, el premio Mariano Otero al mejor alumno. Estudioso, discreto, serio, participativo y comprometido socialmente; ha sido maestro de muchísimas generaciones en nuestra facultad.

Como servidor público, ha ocupado, entre muchas responsabilidades, la Secretaría del Ayuntamiento de Guadalajara; fue Subprocurador de Justicia del Estado y diputado local, cargos en los que su desempeño nunca fue manchado por la prevaricación o el abuso. En la función notarial, jamás se ha prestado a maniobras poco éticas y es, además, un buen padre de familia. En resumidas cuentas, su conducta es ejemplar, ¿por qué, entonces, es víctima de un ataque como el que sufrió? La respuesta es obvia, vivimos una época en la que los valores están rotos; los gobiernos, ausentes de autoridad; los cuerpos de seguridad y las instituciones encargadas de garantizar la paz entre los ciudadanos y su armónica convivencia, están dedicadas, salvo honorables excepciones, a servir a los funcionarios en sus intereses económicos. Es grave, muy grave, lo que está sucediendo.

Frente a acontecimientos como el que estoy narrando, es evidente que debemos decidir cómo actuar: callarnos y esconder la cabeza como avestruces, o expresar nuestra indignación por lo sucedido sin escudarnos en la peregrina idea de que “a mí no me va a pasar eso”, o con expresiones tales como “pues sabe en qué andaría”. Hidalgo es un hombre honorable y lo acredita toda una vida de trasparencia y conducta intachable.

Cuando los ciudadanos pierden la capacidad de indignación y de protesta, están destruyendo las fibras que unen el tejido social. Cuando las autoridades se pierden en el laberinto de las excusas, lo que sigue es el caos. Unamos voluntades para defender lo más valioso que tenemos: nuestra libertad. Digamos “¡NO a la impunidad!”.

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