Si piensa que no tenemos claro a qué hemos venido a este mundo y que debemos, por tanto, ser pluralistas y tolerantes de la diversidad de valores y formas de vida, y no obligar a nadie a asumir una determinada versión de la vida buena, usted es, quizá, un liberal.Si usted tiende a ser un moderado en cuestiones morales y políticas, si cree en el primado de la decencia humana y en la igualdad radical de todos los seres humanos, es probable que sea un liberal.Si valora la vida, los derechos humanos y la dignidad intrínseca de cada persona, si cree que, pese a todos sus defectos, resulta preferible vivir en un régimen democrático-liberal que en uno autoritario, tal vez sea un ciudadano liberal. Si cree en la primacía moral y política de la democracia por sobre todas las formas de cesarismo, autocracia o bonapartismo, hay pocas dudas de que usted es un ciudadano democrático-liberal.Si cree que el progreso moral y político de una sociedad es posible —mas no inevitable—, que los Estados deberían fomentar la cooperación y la paz internacional y que la crueldad es el peor acto humano posible, usted es, casi con seguridad, un liberal.Si cree que las sociedades avanzan, en buena medida, gracias a la crítica y la libertad de la mente, que todos debemos ser iguales ante la ley y que el gobierno debe interferir lo menos posible en nuestras vidas privadas y, al mismo tiempo, dar condiciones para nuestros proyectos de autocreación, tal vez sea un liberal.Si cree en la crítica como el mejor mecanismo para descartar, mejorar y refinar las creencias e instituciones, si cree que renunciar al “fecundo espíritu de la duda” (Raymond Aron) nos vuelve fundamentalistas y dogmáticos, es usted un liberal.Si comparte la idea de Lord Acton de que el poder político (y, en realidad, toda forma de poder) tiende a corromper y que debemos controlar, vigilar y limitarlo, usted sostiene ideas liberales.Si cree en la importancia de la división de poderes, de los controles y equilibrios constitucionales, y de la separación entre la política y la fe, entre la Iglesia y el Estado, puede que sea usted un liberal y no lo sepa.Si cree en el libre mercado, en que el gobierno debe representar los intereses de la ciudadanía, y en el imperio de la ley y la independencia judicial, usted es, sin saberlo, seguidor de las ideas de pensadores como Locke, Smith y Kant.Si cree que no hay nada peor que el poder personal absoluto, el poder del Estado concentrado en las manos de un solo individuo, por más amante del pueblo que sea y más providencial que se presente ante sus seguidores, usted es, claramente, un escéptico del poder, es decir, un liberal.Si aborrece a los dictadores, si desconfía de los extremismos ideológicos, si cree que el comunismo, el fascismo y los populismos de nuestro tiempo son una tomadura de pelo, una expresión de irracionalidad desbocada, usted es, casi con seguridad, un liberal.Si desconfía de los colectivismos, de los líderes carismáticos y redentoristas, y si cree, por el contrario, en la soberanía del individuo y en la capacidad de los hombres y mujeres comunes para autogobernarse, en más de un sentido es usted un liberal.Si cree en la independencia de la voluntad y la autonomía de la razón, si desea asumir por cuenta propia sus ideas, prácticas y hábitos, sin ser manipulado o coercionado por agentes externos, comulga usted con ideas cercanas a la tradición liberal.Si usted está a favor de la libertad de expresión, de reunión, de pensamiento y de crítica, probablemente sea un liberal.Si cree, en suma, fervientemente en la libertad —política, artística, individual— como uno de los valores por los que más vale la pena vivir, usted es, quién podrá negarlo, un liberal.