Martes, 14 de Octubre 2025

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En cuál recipiente queda la flor

Por: Augusto Chacón

En cuál recipiente queda la flor

En cuál recipiente queda la flor

Enrique Serna publicó en 2013, la segunda edición es de 2021, una colección de ensayos agrupados temáticamente según define el título del libro: Genealogía de la soberbia intelectual. Algunas de sus reflexiones encajan adecuadamente en el momento político que vivimos en México.

Nota: el plural “vivimos” abarca a un porcentaje mínimo de la población, pero siempre es fulgurante incluir el sustantivo México como si en verdad uno se refiriera a todos y a todas; ese porcentaje de apenas un dígito contiene a quienes pueden hacerse cargo de lo implícito en la expresión: el momento político. ¿Qué sería de ese círculo exiguo sin los sobreentendidos? Perdería el aura de la sabiduría que detenta en exclusividad, de club de iniciados que se reserva el derecho de admisión.

Nota dos: ante el alud de novedades que estas semanas ha caído sobre el círculo descrito, luce necesario reconsiderar las afirmaciones de la nota previa y explicitar eso de “momento político”: dícese de la irrupción súbita de una jugadora, podría llamarse Xóchitl, que se desempeña más o menos marginalmente en el tablero desde el que la inteligencia analiza lo que al tal círculo importa. O bien: momento político, lapso breve (de efectos impredecibles y duraderos) en el devenir de una sociedad dada, marcado por una circunstancia impensada por la que atraviesan los miembros de algunas de las órbitas externas, la masa pues, y que ninguno de las y los analistas (es apodo) que habita el multicitado círculo tenía considerada en sus categorías de observación.

Pero decíamos del libro de Serna antes de que interrumpieran las notas, citar algo de su texto puede iluminar el trance político actual. En el punto de referencia, pp. 86-88, habla del siglo IV de nuestra era, el cristianismo tomaba vuelo y había “una efervescencia dogmática” que, dice el autor, “un visitante de Constantinopla describió en tono burlón”: «en esta ciudad [Alejandría] hasta los mecánicos y los esclavos son teólogos profundos que predican en las calles y en las tiendas. Si deseas que un hombre te cambie una pieza de plata, él te informa cómo y de qué manera el Hijo procede del Padre; si pides un pedazo de pan, el tabernero te aclara que el Hijo es inferior al Padre, y cuando preguntas si ya está listo el baño, la respuesta es que el Hijo fue hecho de la nada». ¿Puede ser analogía de lo que hoy vivimos respecto al prematuro proceso electoral en el que los del círculo están abismados? Para los ocupantes de él, mujeres y hombres, la descripción de aquel turista de hace diecisiete siglos puede bien ser de su talla, así parece por las afirmaciones contundentes que hacen, por el valor de representatividad absoluta que dan a las encuestas (cada cual la suya) y por su pretensión de hacer pasar por histórica la tajada de realidad que les apetece. Sin embargo, qué más quisiéramos; no sólo que las mecánicas y los camareros estuvieran imbuidos del espíritu de la Santa Participación, los jóvenes que tienen el privilegio de estar en la prepa o en alguna universidad y que miran el fenómeno de las elecciones como antes se veía pasar el desfile del circo -con fieras y gente singular- que de tanto en tanto aparecía en los pueblos.

Lo emocionante de este momento político únicamente se mide por los cambios en el medio ambiente del dicho círculo, que asimismo es descrito, indirectamente, por supuesto, en la obra citada de Serna, quien narra que, con el advenimiento del cristianismo, prácticas antiguas mudaron, o cesaron, por ejemplo, los debates públicos, los juicios populares. “En su lugar se impuso la cultura del monólogo y el sermón, que garantizaba a los obispos y párrocos el uso exclusivo de la palabra, pues la sumisa multitud congregada en los templos nunca tenía derecho de réplica. Entre fanáticos no puede haber un diálogo civilizado: alguien tiene que prevalecer y obligar al adversario a tragarse sus palabras”.

Días antes de que el momento político emergiera, en la pista central del circo se presentaba el duelo de fanatismos: las y los anti AMLO, contra los pro Peje. Los primeros daban una pelea patética, la sentían perdida, los ganchos al hígado de cada mañanera los tenía postrados; a los segundos les escurría la miel del poder por entre los guantes y desde las comisuras de los labios, ensoberbecidos imaginaban que el espectáculo les pertenecería un siglo, tenían el rival contra las cuerdas. En eso, el momento político: Xóchitl Gálvez cruzó por en medio del escenario y sin que los contendientes perdieran su talante (la necedad los distingue) atrajo los reflectores y redujo la riña al rango de pelea meramente preliminar. Ahora los fanatismos se devanan por hacer caber a la nueva jugadora en sus respectivas maneras de entender el periplo electoral y político, no son capaces de imaginarlo sin ellos y ambos, curiosamente, o no tanto, se la explican, a Xóchitl, como consecuencia de una conspiración: unos, animados por la lengua del presidente, afirman que es emisaria del conservadurismo, de “la mafia del poder”; los otros están seguros de que es una maquinación de un equipo de potentados, de la economía y del intelecto, que prepararon su marioneta hace más de un año. Ambos coinciden al sugerir que solita no pudo haberles roto sus queridos y atrofiados esquemas.

Para cerrar con Enrique Serna: “el único debate intelectual permitido en la Edad Media fue una sórdida batalla por defender interpretaciones facciosas de la Sagrada Escritura, a partir de nimiedades que cobraban una enorme importancia, no tanto por el fervor de los contendientes, sino por las prebendas y las canonjías que estaban en juego.” Sería tan fácil, y tan políticamente provechoso, reconocer las capacidades y la calidad política y humana de Xóchitl Gálvez, sin renunciar a la crítica, pero sin tener que matizar a cada paso para que el medieval circulito de las y los exquisitos siga teniendo sentido, pero no compromiso.

agustino20@gmail.com

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