Viernes, 19 de Abril 2024

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El mal es cierto, el bien está por verse

Por: Augusto Chacón

El mal es cierto, el bien está por verse

El mal es cierto, el bien está por verse

Posibilidad. Una mujer, un niño, alguien grita en la noche. No es la primera vez. Se oye a través de las paredes; traspone las distancias a veces insalvables del vecindario urbano: de aquel lado de la calle ¿o fue en la casa dos lotes más allá? ¿Desde el departamento contiguo o del edificio cuyas ventanas traseras se miran desde el patio? Lo cierto es que alguien gritó y a lo mejor hay que llamar a la policía, no vaya a ser. Pasados unos segundos comienza la duda: ¿fue un grito? Quizá se trató de un quejido gutural salido de un mal sueño, o una disputa de pareja de las que son habituales en la familia que vive enfrente. En una de ésas, lo más seguro, es que no haya sido nada, y mañana hay que madrugar. 

Posibilidad dos. Claro que fue un grito. Y uno de ésos muy elocuentes: alguien necesita ayuda; no, no alguien, una mujer, así de claro se oyó. Levantarse, asomarse por la ventana con el corazón agitado por el alarido. Acaba de llover. Increíble, la lluvia no la despertó y en cambio el grito la instaló en la conciencia de un solo tirón. Su respiración comienza a acompasarse. Esta noche sí prendió la luz del poste. Nada se mueve en la calle; más aún: el silencio es irreal, ni un ladrido de los perros que en esa cuadra son manada. A nadie más despertó el... ruido. Refrescó con la lluvia. Se aleja de la ventana, se mete a la cama y el grito se corre a la dimensión del ensueño: difuminado, inasible. Ojalá haya sido nada.

Posibilidad tres. Llamar a la policía. El grito fue estridente. Comisaría, buenas noches. Fíjese que acabo de escuchar, en la casa de mis vecinos, un grito espantoso, sería bueno que mandaran una patrulla, ha sucedido varias noches esta semana. Cuál es su dirección; dígame su nombre, por si los elementos necesitan hablar con usted. Gracias por su reporte; en este turno tenemos pocos compañeros disponibles, pero en cuanto podamos mandaremos una unidad para que se dé una vuelta. Termina la llamada y justo en ese instante, otra vez, pero ahora no fue un grito, un lamento intenso, y alguien golpea la pared, al menos así suena. Seguro la policía no tarda. Ya no se puede dormir tranquila.

Posibilidad cuatro. Jefe, hay tres patrullas en el lugar del apuñalado. Que una se quede a esperar a la ambulancia, y al ministerio público; que las otras dos se arranquen al bar de la carretera, del que acaban de avisar de la balacera, ya van los estatales para allá. ¿Y para la denuncia del robo en casa habitación? La señora cree que los ladrones siguen adentro. Además, recibimos dos reportes, de la misma calle, de personas que oyeron gritos. Ja -repuso el jefe- lo que faltaba, la gente que no sabe las broncas que tenemos; ¿en dónde fue el grito? Uy -piensa el jefe- esa zona la controla el que la controla y no le gusta que mandemos a nuestra gente, y menos porque algún nervioso oyó gritos.

Puñales, armas de fuego, cortas y largas, agresiones para dirimir las diferencias en una sociedad en la que hay un estado de derecho por cada criminal activo. Miserias de la violencia que hemos incubado y que diario se emperra en demostrar que es argumento privilegiado; aunque, al mismo tiempo, anhelamos que las señales rutinarias de esa violencia -gritos, quejas, clamores íntimos y públicos de solidaridad, de auxilio- no pasen de ser alarmas mínimas o que no sean algo, hasta que lo son, hasta que a golpes de tragedias inconcebibles, de dolor inimaginable, se ponen por encima de lo demás, de lo cotidiano que nos ocupa desde puros señalamientos generales y despersonalizados, casi abstractos: ferocidad, crimen organizado, corrupción, impunidad, malos gobiernos. Luz Raquel, asesinada con toda la saña y con la premeditación de la que sólo es capaz quien sabe que las consecuencias serán menores. Valeria, encontrada muerta en Baja California. Dos sacerdotes, Javier y Joaquín, sacrificados en un templo nomás porque estaban en donde estorbaban al delincuente en turno; como la doctora Massiel en Chihuahua, o el pasante de medicina, Erick, en Durango. Como 12,952, de uno en uno, de una en una, en seis meses, en todo el país, de entre ellos, 776 en Jalisco. Según las cuentas oficiales. Más los homicidios culposos: 8,252 es la cifra nacional del semestre, 509 en el estado. Y al horror agreguemos los robos, la extorsión, a la gente inocente metida en las cárceles y la sombra de la desaparición, manto tétrico que cubre a México.

Posibilidad cinco. La responsabilidad actual de los gobernantes, transferida a los del pasado. Y al final, la posibilidad cumbre, las aglutina a todas: lo malo que pueda pasar, pasará; y lo bueno que es urgente comience a ocurrir se topará fatalmente con los arreglos particulares entre poderosos de toda laya, con la connivencia entre los delincuentes y muchas autoridades, con la indolencia de tantas de éstas con la perversidad normalizada de asumir que la política no es sino un incesante enfrentamiento electoral.

agustino20@gmail.com

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