Jueves, 28 de Marzo 2024

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El linaje naranja de Calaverandia

Por: Jonathan Lomelí

El linaje naranja de Calaverandia

El linaje naranja de Calaverandia

Qué suerte la de Marcos Jiménez Monroy y Ricardo Javier Méndez Azcarate. Un día no tienes nada y al otro tienes contratos millonarios y dos parques públicos a tu disposición (bueno, ya sólo uno) para organizar Calaverandia y Navidalia. Eso les ocurrió a los fundadores de Alteacorp, nombre comercial de la empresa tapatía organizadora de ambos eventos. 

Méndez Azcarate, uno de sus fundadores, fue candidato a regidor en la planilla emecista de Salvador Caro por Guadalajara en 2012. 

Cuatro años después, Jiménez Monroy y Méndez Azcarate crearon Alteacorp (2016), pero este último vendió sus acciones a los pocos meses, justo cuando Alfaro gobernaba Guadalajara y comenzaba la bonanza para la compañía.

Ya sólo con Jiménez Monroy al frente, los contratos llegaron por millones. En 2016 obtuvo alrededor de un millón de pesos (MDP) por el espectáculo Marakame en el festival Sucede. De 2017 a 2019 recibió otros 25 MDP por organizar el festival GDLuz y luego 3.5 MDP por un espectáculo conmemorativo del 16 de septiembre, entre otros. 

En 2018 obtuvo la concesión del Parque Ávila Camacho para organizar Calaverandia pese al rechazo de vecinos y las críticas por las facilidades otorgadas a la empresa para hacer negocio en el espacio público. Por ese evento “pagó” la ridícula cantidad de 1.1 MDP en obras a favor del parque. Un negocio redondo: según un cálculo a partir del boletaje vendido (74 mil asistentes), Alteacorp obtuvo ingresos superiores a los 35 MDP si consideramos que el boleto más barato costaba 485 pesos. 

En el Parque Metropolitano planeaban replicar ese mismo negocio pero multiplicado por millones. La Agencia Metropolitana de Bosques Urbanos le cobraría a la empresa sólo 3.3 MDP por usar cuatro hectáreas del parque durante 44 días, pero en realidad el espacio estaría ocupado por cinco meses para los preparativos y el montaje, lo que debería costar más de 10 MDP. 

En esta ocasión, los boletos para Calaverandia y Navidalia costarían entre 638 y mil 344 pesos el pase VIP, y habría un mayor aforo. La justificación del proyecto, según el contrato, era “crear un parque temático que fomente el amor por la tradición más importante del país, el Día de Muertos, en un ambiente familiar lleno de magia”. En realidad, la justificación era convertir en tradición un mágico negocio cupular en el espacio público. 

Tras la presión de vecinos, Enrique Alfaro canceló Calaverandia en el Parque Metropolitano y ordenó que regrese “a su sede original”, en el Parque Ávila Camacho. La suspensión del evento por parte del gobernador responde al parecer a una especie de pudor (hay que ser puercos, pero no tan trompudos).

Pero, ¿por qué convertir en negocio privado un espacio público? Ojalá los vecinos de Jardines del Country, aprovechando el logro cívico de los colonos de La Estancia, sean ahora sí escuchados y consigan la restitución completa del espacio público, y que Calaverandia se mude a una sede apropiada para eventos privados. El triunfo sería de todos. 

P.D. Finalmente destaco el tesón de periodistas como José Toral, Héctor Escamilla, Álvaro Quintero, Ivette Solórzano y Daniela Sánchez, quienes han dado seguimiento al tema desde 2018 y gracias a cuyo trabajo me fue posible escribir este texto. 

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