Viernes, 26 de Abril 2024

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El cuatro apodos

Por: Diego Petersen

El cuatro apodos

El cuatro apodos

Le decían “El Ojo de Vidrio”, “Don Chelo”, “El 77”, “El Flaco”. Esos eran solo los apodos, porque además tenía tres nombres: Antonio Herrera Ochoa, José Luis Gutiérrez Barrera o José Luis Gutiérrez Valencia, según se fuera ofreciendo. Cuando lo detuvieron le acusaron de portación de arma de fuego de uso exclusivo del Ejército, portación de arma de fuego sin licencia, posesión de granadas, delitos contra la salud y corrupción de menores. Uno pensaría que con esos cargos el señor iba a pasar esta vida y al menos tres de las siguientes (en el caso de que creyera en la reencarnación, por supuesto) en el bote. Estuvo solo unos años, porque el juzgado tercero de distrito de procesos penales federales lo absolvió.  

En esos pocos años el señor de los cuatro apodos se convirtió en el rey del penal de Puente Grande. El video de su fiesta en el penal, dado a conocer por Milenio en mayo pasado, es un homenaje al autogobierno. El señor no solo mandaba dentro de la cárcel, controlaba el penal para el cartel Nueva Generación. No era su primera caída al bote, él ya había sido huésped del distinguido hotel de Puente Grande en dos ocasiones anteriores: una en el mismo año 2010, detenido por cohecho en Puerto Vallarta a lo que el juez seguramente argumentó que desde cuando eso era delito y lo liberó de inmediato, y otra hace 20 años por portación de arma.

“Ojo de Vidrio” trabajó originalmente para el cartel de Sinaloa, pero los tiempos cambian, y los patrones también. Cosas del destino, terminó siendo el suegro de “El Menchito”, o sea consuegro de “El Mencho”, por eso cuando salió de Puente Grande, el 24 de noviembre pasado, fue nombrado jefe de plaza del cartel en Jalisco, como quien dice, gobernaba la capital. Ya no debía nada, no había contra él ninguna orden de aprehensión, pero la Marina sabía cuál era su papel en la organización criminal; lo ubicaron y fueron por él. Ayer en la madrugada en el Rancho la Esperanza, en la carretera a Zapotlanejo y Nuevo Periférico, le cayeron, hubo enfrentamiento y lo mataron. En la refriega murió un marino y otra persona del bando del cartel.

Nadie está en la cárcel por lo que debe estar; cuando van a la cárcel hacen lo que quieren y la única forma de acabar con ellos es en enfrentamientos extra judiciales

La historia de “El cuatro apodos” es una radiografía de lo que ha sido y es el combate al crimen organizado en este país: nadie está en la cárcel por lo que debe estar; cuando van a la cárcel hacen lo que quieren y la única forma de acabar con ellos es en enfrentamientos extra judiciales. Felicitémonos: diez años después de haberle declarado la guerra al narco todo está, como le dijeron a un compañero de la prepa, igualito, pero en peor.

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