Jueves, 25 de Abril 2024

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El alcalde que adorna peligrosamente Puerto Vallarta

Por: Isaack de Loza

El alcalde que adorna peligrosamente Puerto Vallarta

El alcalde que adorna peligrosamente Puerto Vallarta

Desde que era candidato por la alcaldía de Puerto Vallarta, el grito que siempre coreaba la gente en sus eventos públicos fue el de Morena. Por supuesto que había aplausos dirigidos para él, pues al final del día fue un profesor que formó a varias generaciones en ese municipio, pero la mayoría de los gritos evidentemente eran motivados por la poderosa bendición que el presidente Andrés Manuel López Obrador depositó en él.

Le dicen “el Profe”. Se llama Luis Alberto Michel Rodríguez y, desde 2018, fue regidor de oposición en ese Ayuntamiento. Hoy, gracias a más de 25 mil votos, el profesor que está jubilado desde 2017 y quien es dueño de una marca de agua purificada, es quien constitucionalmente dirige las riendas de ese municipio costero.

Constitucionalmente, sí. Pero en este México surrealista la realidad regularmente se tuerce tanto como la palmera que planta cara al huracán.

Y Puerto Vallarta, como lo ha dejado en claro un magnicidio, el secuestro y muerte de un poderoso empresario, la privación de la libertad de los hijos del “Chapo” Guzmán y el ataque que recientemente sufrió nuestra compañera Susana Carreño, sí es un ejemplo de surrealismo en un país repleto de noticias torcidas.

Y por eso no sorprende que Luis Alberto, o “El Profe” Michel, sea quien sólo lleve el nombre de alcalde, y que quienes realmente ejerzan ese el cargo sean sus hijos: Jesús y Emanuel.

“Acá no pasa nada si no lo aprueba Chuy: licencias de construcción, permisos de uso de suelo… lo que quieras”, me comentaron algunos colegas de ese municipio quien, definitivamente, pidieron que no fueran identificados. Mi respeto y admiración a la valentía por seguir ejerciendo el periodismo en ese lugar.

Según las versiones consultadas por los colegas, todos en el puerto conocen el despacho que se habilitó en la planta alta de un local de tortas ahogadas de la Colonia La Vena. Ahí, un día sí y otro también, se celebran desfiles de funcionarios públicos y empresarios.

La afirmación que se hace es que algunos de ellos entran con sobres amarillos y otros los tratan de guardar en el saco cuando salen a la calle con ellos.

Eso sí: lo que ahí se trata ahí se queda. Siempre hay escoltas y éstos tienen órdenes precisas de evitar que entre un solo teléfono. El verdadero despacho del alcalde es a prueba de filtraciones.

O lo era. Hasta que la regidora Carla Esparza, del mismo partido Morena, le entregó uno de esos sobres amarillos al “Profe” en plena sesión de Ayuntamiento para evidenciar que, con lo que había en su interior, trataban de comprar su voto a favor de una modificación al presupuesto. Lo que se vino después para ella fueron amenazas y se vio obligada a denunciarlas.

Pero en medio de esa discusión, nada se ha desmentido respecto a que la firma del alcalde sólo es una formalidad para oficializar la decisión que su hijo Jesús ya ha tomado. De hecho, las tres ocasiones en las que se ha pospuesto la sesión para aprobar dicho cambio presupuestal no hacen sino hacer más evidente esa política de sobres amarillos que la Cuarta Transformación prometió erradicar.

En la época del fenómeno editorial que se ha convertido el libro El rey del Cash, alguien debería de echarle un ojo a Puerto Vallarta. Las marionetas políticas son una de las más terribles perversiones que hay en democracia. Sucede en todo el mundo y México, por supuesto, no es la excepción.

Y eso: que no sea la excepción, es el escándalo más grande, pues no sólo ocurre en el municipio con mayor ingreso turístico de Jalisco, sino con la gracia de un Presidente que hizo fuerte a un partido de “regeneración nacional” que escaló al poder bajo un solo discurso: erradicar la corrupción.

Hoy, los hijos del alcalde toman las decisiones, entran a las reuniones de las y los regidores, ordenan contrataciones y despidos, mientras el alcalde que adorna Puerto Vallarta se encierra en el caparazón del silencio, allá donde el Congreso de Jalisco ni lo ve ni lo escucha.

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