A los Enrigue, todos Pasaron otras elecciones más y la conclusión es la misma: el sistema electoral mexicano goza de cabal salud. Los votos cuentan y se cuentan bien. El problema no es el INE, son los partidos y mientras tengamos a esta clase política se necesita un INE fuerte, un sistema electoral hiper regulado y por lo tanto costoso. Cueste lo que cueste hoy la garantía que da el Instituto Nacional Electoral y los organismos estatales al voto libre es el dinero mejor gastado.Como es de esperarse en un sistema democrático, no hubo un gran ganador ni perdedor. El poder se repartió entre Morena y sus aliados y la Alianza por México, con una clara tendencia de Morena a crecer y una resistencia a darle todo el poder al morenísimo más cargada hacia el norte. Los que esperaban que el presidente arrasara se equivocaron; los agoreros del antimorenismo, también.Cuatro estados para Morena y dos para la oposición (resultados extraoficiales) no es una mal resultado para el presidente. Baste recordar que hace seis años Peña Nieto sufrió en estos seis estados una gran derrota que anticipó la salida del PRI de los Pinos. El gran ganador de aquella elección fue el PAN y sin embargo no conquistó la grande. Sería, pues, un error extrapolar el resultado a una elección de estados a una presidencial. Si bien Morena es el partido a vencer en el 2024, pues es quien tiene la presidencia y la mayoría de los estados, adelantar cualquier juicio a partir de los resultados de este domingo no solo es temerario sino inútil.Dos elecciones en particular nos dicen que el priismo tradicional tiende a ser absorbido por Morena: Hidalgo y Oaxaca. Estos dos grandes bastiones del priismo se reconvirtieron en morenistas con la facilidad que el agua en estado líquido se convierte en vapor. No cambiaron sustancialmente, solo se acoplaron a la nueva realidad política del país. Tras el resultado de este domingo el PRI perdió peso específico no solo en el concierto político nacional, sino incluso al interior de la alianza y en ese sentido podemos decir que es el gran derrotado. Solo le quedan Coahuila y Estado de México y ambos podría perderlos el próximo año.MC no fue derrotado, porque nunca compitió. El partido que tanto ha dado de que hablar en Jalisco y Nuevo León dejó claro que cuando se trata de elecciones nacionales es prácticamente inexistente, que su fuerza no está en la estructura nacional sino en la alianza con movimientos locales. Salvo Quintana Roo, donde rozará el diez por ciento de la votación, en el resto de loes estados su votación está entre 3 y 5 por ciento, es decir, en la marginalidad.Lo que no hay duda es que, como sucedió el año pasado y ayer mismo, cuando todos festejan el resultado es porque el sistema funciona y el árbitro, el INE, hizo bien su chamba. Diego Petersen Farahdiego.petersen@informador.com.mx