19-04-2005 +Generoso, paciente, tolerante, enérgico y de buen talante fue Don Arnulfo Villaseñor Saavedra, tapatío de excepción a quien tuve la oportunidad de admirar, apreciar, disfrutar y llegar a querer en nuestra prolongada convivencia. Hombre de indudable talento combinaba un carácter fuerte con una gran suavidad en el trato. Su cultura, que era basta, le hacía un charlista excepcional y su sentido del humor, reflejo de su inteligencia, favorecía largas jornadas de trabajo en un ambiente cordial y afectuoso.Don Arnulfo fue mi maestro en la Universidad y en la vida y, si me apuran un poco, fue, guardadas las distancias -porque jamás nos tuteamos-, mi amigo, mi asesor y, en gran medida, mi ejemplo.Don Arnulfo creía en los jóvenes y respetaba a los viejos. Siempre apoyó los sueños de quienes buscaban una oportunidad política y nunca desestimó la experiencia de los mayores. Despreciaba a los mercenarios, a los oportunistas y a los trepadores. Tenía, en la parte posterior de su escritorio, sobre una credenza, un caracol de papel maché con un ojo pintado. Cuando le preguntaban ¿por qué?, decía que debería tenerse mucho ojo con los arrastrados, babosos y conchudos.Admiraba la inteligencia, el ingenio, la disciplina y la lealtad, sin embargo, nunca fue un juez severo.Puesto en los zapatos del “otro”, lo entendía y era frecuente que lo ayudara. Fue un hombre justo.Hombre de libros, autodidacta, lector empedernido -le gustaban las biografías de los grandes personajes de la Historia y las novelas de misterio-, maestro de economía política y de literatura.Abogado brillante. Orador excepcional, fue Campeón Nacional de Oratoria de El Universal, periódico que cada año organizaba un certamen en busca de talentos.Don Arnulfo fue, como político, un hombre con visión de Estado, con profundo compromiso social.Siempre pensó en el bien de la colectividad y de los menos favorecidos. Tuvo un gran conocimiento de los resortes psicológicos que impulsan al ser humano, anticipaba las reacciones de los actores y disfrutaba, como en la esgrima, el juego de la política.Después de algún evento político, económico, social o cultural importante, nos invitaba a hacer el análisis del mismo, a reflexionar acerca de la circunstancia en el que se desarrollaba, los intereses individuales o de grupo así como de los actores e influencias involucradas, los estados de ánimo.Entendía que la política era la vía para resolver los problemas de las sociedades: los preveía, los anticipaba y no los dejaba crecer. “Es más fácil apagar cerillos que lumbradas”, decía.Honesto sin adjetivos. Se es o no. Él lo fue.Fue, además, un excepcional administrador de la hacienda pública.Constructor empedernido dejó para la posteridad, entre muchas obras, la Calzada Viaducto Lázaro Cárdenas.Como todo ser humano, tuvo sus días aciagos, los peores, cuando víctima de injusta persecución por parte de Alberto Cárdenas, vivió algunos meses en el exilio, del que regresó conservando el respeto y cariño de la sociedad a la que sirvió con eficacia, lealtad y honradez.Al Maestro con cariño.