Sábado, 20 de Abril 2024

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Desaparecidos, ¿cuál es el nombre?

Por: Jonathan Lomelí

Desaparecidos, ¿cuál es el nombre?

Desaparecidos, ¿cuál es el nombre?

¿Cómo se llama eso que en todos los noticiarios, en todas las columnas, en todos los reclamos de las víctimas de la violencia y las desapariciones surge como un fantasma?  

¿Cómo se llama? Eso que, aún después de asesinados, los hermanos José Alberto, estudiante de Geografía de la UdeG y chelista, Ana Karen, su hermanita menor, y Luis Ángel, el mayor, lo padecen todavía. 

Después de que una noche, mientras los hermanos González Moreno veían la televisión o estudiaban o conversaban o se preparaban para dormir, un comando irrumpió hasta la sala de su casa. Se los llevó sin explicación alguna, los torturaron, los asfixiaron y arrojaron a orillas de la carretera en San Cristóbal de la Barranca tras pasar enfrente de 15 cámaras de videovigilancia. 

A pesar del concierto de música clásica en la Plaza de Armas, a pesar del “monumento en el tiempo” que les rindieron sus compañeros en otro concierto de la Orquesta de Cámara Sidereus Nuncius, en donde tocaba José Alberto, y en donde sonó una elegía con un solo de chelo. Todo a pesar…   

¿Cómo se llama eso que cada día que pasa se cierne sobre la historia de Eduardo Salomón? Hombres armados asaltaron su domicilio en Tlajomulco entre disparos. El tiempo que tardaron en forzar la puerta le sirvió a Lalo para esconder a sus cuatro hermanitos en el baño de arriba y salvarles la vida. “Ayúdame, papá”, alcanzó a decir por teléfono. Tenía 16 años. No había cumplido la mayoría de edad pero ese día cumplió una sentencia de muerte inexplicable. 

¿Qué nombre le ponemos -que no sea un vocablo gastado y sirva al mismo tiempo para izar una bandera- a eso que reclaman miles de víctimas cuando rodean la Glorieta de Las y Los Desaparecidos? Eso que tú y yo presenciamos y seguramente hemos vivido en carne propia. 

¿Qué nombre le ponemos a la ausencia de Miguel Alejandro Soto, que cumple tres semanas desaparecido sin que ninguna cámara, ningún pronunciamiento de la autoridad dé algún indicio de su paradero? Hoy cientos de estudiantes de la UdeG marchan para exigir su aparición con vida. 

¿Cómo llamamos al hecho de que apenas en agosto se detuvo a uno por el crimen de los hermanos González Moreno? Y en el caso de Lalo Salomón, se procesa a las dueñas y arrendatarias de la finca en donde lo mataron, pero no a los autores materiales.   

Después de decenas de horas de análisis, dice el fiscal, de cientos de entrevistas, dice el fiscal, de ene número de fincas inspeccionadas, repite el fiscal, después de decenas de peritajes, indicios, videos, aseguramientos, tablas de tortura, cuchillos en bolsas de plástico, pasamontañas, chalecos con siglas del cártel y balas sin usar y en el cuerpo de las víctimas. Después de eso, ningún culpable. 

Sin explicación alguna. Los criminales llegan, matan y se van. Dejan un cadáver. Matan y se van. En cada esquina la muerte espera: los asesinos matan y se van. Las víctimas, esas, no vuelven nunca más.

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