Martes, 21 de Mayo 2024

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¿Delito electoral?

Por: Armando González Escoto

¿Delito electoral?

¿Delito electoral?

La debilidad evidente de nuestra democracia explica el cúmulo de leyes que buscan encausarla. Nada nuevo, desde la antigüedad se decía que una sociedad donde abundan las leyes es una sociedad donde abunda el delito. Tendríamos que pensar que en un país con mayor desarrollo cívico y democrático las legislaciones tendrían que ser menos complejas.

En México hemos tenido ciertamente avances significativos en materia político electoral, sería difícil hoy día pensar en robo abierto de urnas, o en votos emitidos por difuntos o seres inexistentes, en grupos de golpeadores amenazando a los votantes o presionándolos con violencia para emitir su voto en favor de determinado candidato. Las leyes han ido desde luego sancionando esas conductas y las autoridades en general se han preocupado por evitarlas, lo cual no impide que los delitos electorales se vuelvan más sutiles, hoy día diríamos, más cibernéticos.

Pero al margen de estas nuevas sutilezas delictivas hay conductas que saltan a la vista sin la menor discreción y que igualmente deberían tipificarse como delito electoral. En lo que va de la actual campaña los medios de comunicación clásicos y postmodernos han sido inundados de una increíble cantidad de basura. Quienes la mandan hacer, quienes la divulgan, quienes la avalan no se han preguntado al parecer sobre el tipo de imagen que están dando, justamente cuando los candidatos favorecidos por esta avalancha de chismes no hacen nada por deslindarse e incluso por invitar a sus simpatizantes a desarrollar un juego limpio, honesto.

Por basura electoral tengo las amenazas veladas, el recurso al miedo, la apuesta por el desprestigio, por la descalificación y todo tipo de propaganda que lejos de informar con objetividad y respeto se basa en el fomento de los odios, las divisiones, el enfrentamiento en lugar del confrontamiento, y desde luego ese afán por avivar los temores, implicando incluso a ciudadanos extranjeros que con angustiada voz nos previenen acerca de los mil males que nos cercan si este o aquel candidato gana la presidencia. No es entorpeciendo el pensamiento de la gente que se puede fincar una victoria, desde luego urge abundante información que oriente el voto, pero que sea información verídica, básicamente el desempeño de los contendientes en cargos anteriores, y por supuesto el tipo de principios y valores en los que se han movido.

La sociedad mexicana tiene todo el derecho de aspirar a un gobierno integrado por las personas más valiosas, por las más capaces y honestas, que ponga fin con inteligencia y osadía al sistema político corrupto que se ha ido consolidando de unos años a esta parte y que explica en buena medida el estancamiento de la nación y la escalada de violencia a que hemos sido sometidos todos.

Pero no se combate la corrupción orquestando campañas electorales corruptas, es decir, basadas en calumnias, difamación, intimidación. Este tipo de acciones y conductas deberían ser tipificadas también como delitos electorales, por la turbulencia que generan y por lo mucho que aportan a favorecer actitudes políticas anómalas en la sociedad, pues lejos de promover una verdadera ciudadanía, comprometida con la democracia y el bien de todos, lo que provocan es el escándalo, el desaliento, e incluso el abstencionismo a la hora de emitir el voto.

DR

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