Jueves, 25 de Abril 2024

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De problemas

Por: Pablo Latapí

De problemas

De problemas

¿Problemas? Vaya que la pandemia del coronavirus nos ha llenado de problemas; los tenemos personales, de salud, familiares, económicos, sociales, políticos, y no pararíamos de contar.

Y es en momentos así cuando vale la pena recordar la sabiduría de nuestros viejos. Y me viene a la memoria un veterano maestro de la facultad. Impartía el grado más elevado de matemáticas, y una vez que había desahogado el tema del día (no tardaba más de 20 minutos porque, aunque la clase duraba dos horas, decía que el que no se explica en un tiempo breve no se explicará jamás), aprovechaba para sentarse y platicar con el grupo.

Le gustaba contar historias, y recuerdo particularmente una que salió a colación cuando un compañero de escasos recursos se quejaba de todos los problemas que enfrentaba para ir a la Universidad y tomar clases.

Aquel maestro contaba la historia de un hombre de campo que tuvo un mal día; se le descompuso su camioneta, se tronó su sierra para cortar leña, y como llegó tarde a una cita se la cancelaron y ese día no hubo ingreso.

Aquel hombre llegó a su casa, y como hacía prácticamente a diario, antes de cruzar la puerta fue hasta un árbol cercano, se apoyó en él bajando la cabeza, y después ya con una mejor cara entraba a su casa donde convivía felizmente con su esposa y sus hijos.

Nadie hubiera pensado que ese hombre tenía problemas.

Cuando se le preguntó qué hacía cuando se apoyaba en el árbol, él respondió que cada día, antes de entrar a casa, pasaba al árbol y ahí colgaba todos sus problemas.

Ya liberado momentáneamente podía disfrutar de su familia, su hogar y un buen tazón de leche recién ordeñada con miel de abeja.

Al día siguiente, para ir a trabajar, pasaba al árbol y recogía los problemas del día anterior.

Y relataba que en ese proceso había encontrado dos reflexiones interesantes: primero, que al momento de recoger los problemas eran muchos menos que los había colgado el día anterior.

Y lo segundo es que al ver a la distancia los problemas colgados en el árbol, descubría que los problemas como tales no existen; lo que hay son situaciones que generan miedos, y son los miedos los que provocan desconcierto.

Decía, por ejemplo, que haberse quedado sin camioneta y sin sierra le agobiaban, pero no por el hecho en sí (algo que tenía solución), sino por los temores que le provocaba pensar qué iba a hacer para trabajar sin camioneta y sin sierra.

Y como él, hombre sabio y experimentado, era consciente de que lo peor que puede ocurrir es vivir con miedos (que significa adelantarse a algo que no ha ocurrido aún), y que el reto es vivir con confianza, los problemas “se hacían” muy pequeños y era muy fácil sobrevivir con ellos.

Aquellas historias de nuestro veterano maestro de matemáticas nos cambiaban el día, y por lo pronto nos quitaban el agobio de pensar en tener que aprobar una materia tan complicada.

Al final todos aprobamos. 

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