Viernes, 26 de Abril 2024

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Cuando los niños crezcan

Por: Eugenio Ruiz Orozco

Cuando los niños crezcan

Cuando los niños crezcan

Hoy conocí a Citlalli (¡qué hermoso nombre!), una adolescente otomí de 16 años. Está embarazada y carga en sus espaldas un bebé de siete meses. Desterrada, arrancada de su tierra original, transterrada e injertada a la fuerza en nuestra ciudad, un mundo que desconoce. Enterrada con sus hijos en la miseria más cruel, sin presente y sin futuro. Condenada a la invisibilidad, se ha vuelto parte del paisaje urbano ante las miradas evasivas y deshumanizadas de automovilistas y transeúntes. Citlalli fue violada por su padre, ha sido abusada y es explotada por modernos esclavistas que operan por la tolerancia o ineficiencia de una autoridad más preocupada por ganar las próximas elecciones que por atender los problemas sociales que laceran a nuestra comunidad.

I have a dream: “Yo tengo un sueño…”, expresó hace casi 60 años, en uno de los más hermosos, profundos y emotivos discursos pronunciados en la historia, Martin Luther King, activista y líder promotor de los derechos civiles del pueblo estadounidense. En él dibujó las aspiraciones de una sociedad fuertemente polarizada en la que prevalecía la injustica, la intolerancia, la desigualdad, la segregación y la exclusión.

Yo también tengo un sueño. Sueño que los niños de México vivan en un país en el que reine la justicia, la tolerancia y la solidaridad, en el que todos tengan un trabajo digno y bien remunerado, acceso a la educación, la salud, la vivienda y el ocio. Sueño que nuestras familias no se desintegren por falta de oportunidades y que, en la larga fila para cruzar la frontera buscando una vida mejor, nuestros migrantes ya no se encuentren con la muerte. Sueño que la corrupción deje de ser tema de las mañaneras y la comunicación sea para fortalecer los vínculos entre los mexicanos. Sueño que el presidente asuma su papel de líder de la nación y luche por el bien común y la justicia social. Sueño que deje de corromper a los jóvenes con sus dádivas y que deje de abusar del estado de necesidad de los viejos, fomentando un pueblo de adictos al subsidio.

Sí, yo también tengo un sueño. Sueño que el primer magistrado de la nación respete la Constitución, desista en su obsesión de controlar a los poderes judicial, legislativo y a las instituciones autónomas y que deje de jugar tablero con sus “corcholatas” mientras las responsabilidades a cargo de los “suspirantes” son desatendidas en su loca pretensión de ocupar la silla maldita, gastando dinero de origen obscuro y dedicando su tiempo a ganar el único voto que les interesa, en tanto miles de niños son humillados, vejados, mancillados, condenados al peor de los castigos: la desesperanza.

Sí, sueño que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos y sus hijos vivan en armonía, sin envidias y con amor. Sueño en un México libre y justo en el que no haya más Citlallis arrastrando su ignominia. Hagamos realidad nuestros sueños. ¡Ilusionémonos! Construyamos un nuevo mundo para que cuando nuestros niños crezcan, sientan el orgullo de pertenecer a una patria justa y generosa.

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