Viernes, 26 de Abril 2024

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Creyentes, crédulos

Por: El Informador

Creyentes, crédulos

Creyentes, crédulos

Éste es un pueblo de creyentes. Ya lo sabíamos, se ha demostrado hasta el cansancio: desde la complejidad de las ideas religiosas que llevan a cientos de miles a pedir favores a una manta con halo sagrado protegida por una institución milenaria, hasta el simplismo de quienes advierten que el chupacabras está vivo y se transporta en el tercer vagón del Tren Ligero después de las 11 rumbo a Belenes.

En medio de esos extremos, todo. Las brujas y los ovnis. La justicia y la felicidad. La salud y la política. El futbol y la ciencia. Las preguntas lo denotan, todas usan el mismo repugnante verbo inicial: ¿crees que sea culpable? ¿Crees que aparezcan? ¿Crees en las vacunas? ¿Crees que él pueda arreglar el problema del desempleo? ¿Crees que acabe con la corrupción? ¿Crees que habrá una refundación en Jalisco? ¿Crees en Dios? ¿Crees en López Obrador? ¿Crees en Enrique Alfaro? ¿Crees que gane México? Ya cuando se pone retorcido, lo formulan en pasado: ¿crees que salió bien la maniobra de Ebrard? ¿Crees que hizo mal la megalicitación Alfaro?

Eso no puede traer más que angustia, dolor de pecho, ansiedad y Tafil en cantidades masivas. O alcohol. O algún otro estimulante moderno. La sociedad vive en permanente estado de angustia, cruzando los dedos para que sucedan las cosas que anhela y se detengan las que le dan miedo. Exactamente igual que lo hacen en el estadio para que su equipo meta gol, empate y gane aunque tenga cuatro goles en contra. La sensación puede ser hasta divertida si se adereza con un par de cervezas frías, pero en el ámbito de lo público es peligrosa y es nuestro deber identificarla y detenerla, porque tiene paralizados a muchos e idiotizados a más.

¿Se enorgullecen de ser creyentes? Bien, será porque lo identifican con una idea trascendente. Pero es probable que entiendan que hay una diferencia grande, abismal, de inteligencia, entre creyentes y crédulos. Una sociedad de crédulos está destinada a entregarse a los seres más gandallas de esta selva. Les entrega su dinero, sus hijas, su vida.

Uno podría pensar que lo primero que hay que hacer para evitarlo es buscar los hechos y ajustarse a los datos duros, pero quizá haya un peldaño previo, relativamente más sencillo: hay que detectarlo y dejar de aplaudirlo entre los líderes.

Nunca he visto que un director técnico calme a la afición cuando dice: confío en que vamos a ganar. ¡Todo mundo sabe que eso no significa nada! Entonces, ¿por qué lo aceptan cuando lo suelta sin pudor un Presidente, un canciller, un gobernador o un líder religioso?

Nuestro Presidente gusta de hacerlo. Cree muchas cosas y transmite su confianza sin aportar elementos, como lo hizo en Jalisco cuando le preguntaron sobre la megalicitación y los elementos que ameritan una revisión a fondo. “Confío (…) creo que tienen un buen gobernador”, dijo López Obrador.

Ya no hay que aplaudir eso en el Presidente. Ustedes saben que eso no significa nada.

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