Jueves, 18 de Abril 2024

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Cien años de la Secretaría de Educación Pública

Por: María Palomar

Cien años de la Secretaría de Educación Pública

Cien años de la Secretaría de Educación Pública

¡Y sólo tendremos patria y raza y noble imperio sobre una hermosa zona del mundo así que en nuestras almas el águila destroce a la serpiente!”

J. Vasconcelos, 

Cuando el águila destroce a la serpiente, 1921

En la entrada del día 12 de octubre de 1921 se lee en el Calendario de Galván: “Se establece un nuevo Ministerio que se denominará de Educación Pública, quedando D. José Vasconcelos al frente de él”. La fundación de la Secretaría fue sin duda la mejor y más generosa obra de ese “gobierno emanado de la revolución”, en una temporada de breves y relativos respiro y reorganización, luego de tantos desastres (esa tregua acabaría en 1923 con el estallido de la rebelión delahuertista).

Los casi tres años de José Vasconcelos al frente de la Secretaría dejarían un rastro luminoso en la historia de México. Rodeado de colaboradores entusiastas e inteligentes, el Secretario supo desplegar en ese breve tiempo una actividad eficaz que nunca  ha sido igualada por ninguna instancia oficial del país. Fundó instituciones, publicó libros y revistas, reformó los planes de estudios, organizó misiones culturales, enalteció el magisterio y supo infundirle un verdadero celo apostólico, alentó los intercambios con el resto de Hispanoamérica, construyó escuelas, estadios, parques; fomentó todas las artes y, entre otras cosas, se debió a él el surgimiento del muralismo… Desde su también corto rectorado de la Universidad Nacional (1920-1921) Vasconcelos había estado fraguando los grandes planes que, en buena medida, regirían a la SEP para el resto del siglo. Fue desde esos dos encargos donde dejó su huella más fecunda: fueron “los años del águila”, en la afortunada metáfora que da título al estudio más completo y profundo hasta ahora publicado acerca de su obra educativa.*

Hay que volver a Vasconcelos leyéndolo. Si “el estilo es el hombre”, según la célebre cita de Buffon, la escritura de Vasconcelos, sobre todo en su serie autobiográfica, lo pinta de cuerpo entero. Es un autor disparejo, mercurial, contradictorio, arrebatado, con intereses universales, que va de los grandes destellos a los baches (literarios y biográficos). Va de los arranques al desaliento, vehemente siempre, crítico apasionado y feroz del Estado y de muchas otras cosas. Alguna vez se definió como escritor “violento”. Genio y figura.

Después de esos apenas cincuenta meses como funcionario, Vasconcelos se convertiría en una figura excéntrica y errante, más bien marginal, sobre todo después de la fallida campaña presidencial de 1929. Sin embargo, como escribe Fell al comenzar su estudio de la monumental obra de Vasconcelos en la educación mexicana, “el breve vuelo del águila supo enseñarnos cómo destruir la serpiente de la discordia, de la injusticia, de la ignorancia, del aislamiento y la enajenación. Las miradas se vuelven, a intervalos, hacia el cielo del Anáhuac, buscando divisarlo otra vez. Era, pues, necesario reconstituir el tramo más radiante y soberbio de su trayectoria”.

*Claude Fell, José Vasconcelos. Los años del águila (1920-1925), México, UNAM, 1989.

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