Jueves, 25 de Abril 2024

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Centroamérica

Por: Armando González Escoto

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Por lo menos hasta la frontera con Panamá, Centroamérica fue parte de la capitanía general de Guatemala y por tanto, de la Nueva España. Con los procesos de independencia latinoamericanos, la región se convirtió en la “república federal de Centroamérica”, entidad política que se disuelve hacia 1838.

A partir de entonces surgen los países que hoy forman parte de esta peculiar zona: Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala. Panamá, como sabemos, forma parte de otra historia. En la mayor parte de este territorio no hay abundancia de oro, plata o petróleo, solamente selvas, montañas, pantanos, valles, lagos y volcanes, lo cual ha propiciado históricamente una economía agrícola, ganadera y comercial.

Estrecho puente entre las dos Américas y los dos océanos conserva su valor estratégico geográfico y político, y desde los inicios de su vida independiente fue objeto de las desastrosas políticas norteamericanas explotadoras, que convirtieron a estos países en lo que luego se llamará, peyorativamente, “repúblicas bananeras”. Al igual que en tantas otras regiones del mundo, Norteamérica se dio a la tarea de establecer gobiernos títere en la región que fueran proclives a sus intereses a cambio del anhelado reconocimiento por parte de Estados Unidos. Presidentes y dictadores se sumarán en su larga historia, avalados, amparados, sostenidos o derrocados por la misma larga mano del imperialismo yanqui, prolongando la situación de pobreza, explotación y miseria de la población, siempre con la complicidad de sus gobiernos.

Para mayor agravio, control y decadencia de varios de estos países, Norteamérica introdujo el protestantismo, agente debilitador de las identidades regionales, propicio para generar actitudes alienantes, división social, y reservorio favorable a los intereses del imperio.

No extraña pues que en Centroamérica se hallen los países más pobres del continente, con la notable excepción de Costa Rica, cuyo sistema político ha sido menos vulnerable a las maniobras de Estados Unidos, a tal punto que hizo fracasar el plan del presidente Reagan, cuando pretendió usar a este país como trampolín para atacar a las guerrillas nicaragüenses.

La emigración hacia países con mejores condiciones de vida ha sido una experiencia permanente y radial, pues no sólo se da hacia el norte, sino también hacia otras naciones de Sudamérica. Desde luego la migración hacia Estados Unidos es la más evidente y en cierto modo la más natural, dados los lazos que suelen darse entre explotador y explotado.

Lo que hoy vemos no es sino la crisis de su historia; sea que espontáneamente se haya levantado la caravana, o haya sido inducida por otras manos, lo cierto es que nadie formaría parte de ella si no le empujase la situación de pobreza y nulo futuro que enfrentan los pueblos empobrecidos de Centroamérica.

México por su parte se halla en pésima condición frente a estas caravanas, invasiones o allanamientos del territorio nacional, pues se debate entre su afán de agradar al imperio, lo mismo que a los organismos internacionales protectores de los migrantes. Siendo como es exportador también de braseros, de pronto parece estar haciendo más por los que vienen de allá que por los que salen de aquí, porque así lo impone la publicidad, no el compromiso con la gente.

armando.gon@univa.mx

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