Viernes, 29 de Marzo 2024
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Bicoca de democracia

Por: Rubén Martín

Bicoca de democracia

Bicoca de democracia

Como cada seis años en que se disputa la Presidencia o las gubernaturas en los estados, millones de mexicanos han dividido sus lealtades y simpatías por uno y otro candidato, partidos o coaliciones. Como en cada ritual electoral, de nuevo se deposita una esperanza legítima en que ahora sí tal candidato, tal partido, tal color o ideología, cambiará las cosas del país (es decir, la realidad), trabajará por la sociedad, y mejorará la condición individual del votante.

Esa esperanza en apostar por un partido o candidato es a la vez una apuesta para que el sistema político en el que se desarrollan las campañas, funcione y que la participación en ese sistema, votando cada tres o seis años, realmente haga un cambio político.

El hartazgo del actual sistema político y la partidocracia tradicional, y la apuesta por un cambio radical es el estado de ánimo predominante en esta campaña. Millones de mexicanos están esperando, con esperanza, que esa forma de participación que es votar, realmente sirva para cambiar su circunstancia política.

En este sentido, estas elecciones (tal vez como las de 1988) son una apuesta de millones de mexicanos de participar para hacer un cambio en el país.

Como no podría ser de otra manera, respeto a quienes todavía creen que votar puede hacer un cambio político significativo. Pero a estas alturas de la crisis del capitalismo en general y del sistema político que lo legitima, me resulta evidente que votar no sirve para cambiar de manera sustancial la realidad de un país. Especialmente la de las clases bajas.

Para empezar creo que es cuestionable afirmar que vivimos en un sistema democrático, si por éste entendemos que la mayoría de la sociedad toma las decisiones y ejerce el Gobierno. Para que esta afirmación fuera cierta, la mayoría de la sociedad debería formar parte de las decisiones esenciales. Pero en este sistema de democracia liberal representativa lo que se hace es elegir (cada seis o tres años) a representantes que controlarán los poderes públicos hasta que haya otra elección. Entre tanto, la clase gobernante toma las decisiones a nombre de todos. La participación en los asuntos de todos se restringe al acto de votar.

Pero si nos detenemos a pensar más detenidamente, podemos darnos cuenta de que este acto es una cosa menor, cuando no una estafa. El actual sistema político pretende llamarse democracia sólo porque una vez cada tres años permite al ciudadano depositar una boleta en una urna. ¿Cuánto tiempo lleva hacer esto? Unos 30 minutos. Un trienio (el periodo entre elección y elección) tiene 1’576,800 minutos.

El porcentaje de participación de los ciudadanos en esta democracia liberal es ridículo: apenas 0.000019% del tiempo de un trienio; entre tanto, el 99.9999 por ciento de las decisiones las toman las camarillas que controlan la partidocracia, los grupos que deciden día a día las políticas y modelos económicos para toda la nación.

Ese 0.000019% de tiempo que las élites diseñan y deciden como único espacio de participación política para el ciudadano-votante es una bicoca de democracia. Si realmente se quiere ser parte de una democracia auténtica, cotidiana, no deberíamos conformarnos con esa bicoca de sistema.

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