Miércoles, 24 de Abril 2024

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¿Balazos en lugar de abrazos?

Por: Rubén Martín

¿Balazos en lugar de abrazos?

¿Balazos en lugar de abrazos?

No se exagera al afirmar que una de las motivaciones de los electores para votar mayoritariamente a favor de Andrés Manuel López Obrador era la promesa de pacificar el país, terminar la guerra que tenemos con sus caras más ominosas como las desapariciones, las masacres y las fosas clandestinas.

En campaña, López Obrador ofreció una estrategia distinta que consistía en regresar a las fuerzas armadas a los cuarteles y armar una estrategia de pacificación capaz de detener la violencia y la inseguridad en México.

Pero como otros políticos, López Obrador se olvidó de su promesa y paradójicamente su plan de pacificación se está convirtiendo en el plan de militarización más acabado que hayamos tenido en la historia reciente del país.

A menos que ocurra un cambio descomunal, mañana jueves es probable que los senadores aprueben los cambios constitucionales que abren paso a la Guardia Nacional como una cuarta rama de las fuerzas armadas, con un artículo transitorio que legalice la presencia de la Defensa Nacional y la Marina Armada de México en tareas de seguridad pública. Es un precedente legal gravísimo que viene a culminar un proceso de militarización de la vida nacional iniciado sexenios atrás.

Por alguna razón que cabe desentrañar, López Obrador empezó desde la transición un acercamiento con las fuerzas armadas (con las que se distanció en campaña) y que ha terminado en una especie de amorío en estos primeros tres meses de Gobierno. Hace un mes, en este espacio escribí que “es evidente que López Obrador se está recargando en el Ejército, y al mismo tiempo está recargando (de poder) a los militares” (https://www.informador.mx/ideas/AMLO-recargado-en-el-Ejercito-20190119-0006.html).

Además de empujar para que se apruebe la Guardia Nacional, López Obrador ha encomendado a militares varias tareas que en principio corresponden a los civiles, como ya se ha observado.

López Obrador parece estar convencido de la eficacia de los militares a pesar de que su saldo, al menos en la guerra contra el crimen organizado, es completamente ineficiente y desastroso en materia de derechos humanos.

En 2007, cuando se decide encomendar al Ejército la guerra contra las drogas, se cometían 28 homicidios dolosos diariamente; el año pasado se cometieron tres veces más: 88 asesinatos violentos cada día. Hoy se produce más droga y los cárteles no están menos sino más fortalecidos. Y todo esto mientras tenemos cifras históricas de asesinados, fosas clandestinas, desaparecidos, y cuerpos sin identificar.

Más allá de su ineficacia, las fuerzas armadas son responsables de detenciones ilegales, torturas, violaciones sexuales, robos, masacres y ejecuciones extrajudiciales mientras decían combatir el crimen, y no como casos aislados, sino como patrón sistemático de actuación, al decir de José Antonio Guevara del colectivo Seguridad sin Guerra. Las fuerzas armadas están penetradas de criminalidad, dijo el mismo Guevara.

Por todas estas razones no debería ser aprobada la Guardia Nacional, pero el Gobierno de la 4T parece haber apostado ya por los balazos en lugar de los abrazos que prometió en campaña. 
 

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