Martes, 16 de Abril 2024

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Alcanzar al destino

Por: Luis Ernesto Salomón

Alcanzar al destino

Alcanzar al destino

Las profecías han seducido a los hombres a lo largo de la historia. Las predicciones han sido motivo de admiración y signos de liderazgo. Desde las descripciones bíblicas, las narraciones griegas, la astrología, hasta los avances de la ciencia de nuestro tiempo el hombre busca saber lo le depara el futuro, y le cuesta reconocer que no somos capaces de saberlo. Oráculos, falsos profetas, visionarios, astrólogos han ejercido enorme influencia a base de conjeturas. Cuando surgen hechos inesperados los hombres nos volvemos más impacientes para asomarnos a ese futuro, esperanzador o temible. Queda manifiesta la necesidad de tener la paciencia de Job para esperar a que los hechos nos revelen los caminos que nos puedan sacar de la una crisis de incertidumbre.

La pandemia que se expande ahora mismo ha acentuado esa incertidumbre que se hacía ya crónica y ha exacerbado la ansiedad por contar con predicciones. La necesidad de los oráculos, como el de Delfos con sus profetisas y poetas, nos ha llevado a escuchar a los dirigentes y especialistas en turno quienes al tratar de convertirse en adivinos, predicen hechos, fechas  e hitos con tal de mantener el liderazgo en la agenda de la información. Ya no se revisten de blanco y se sientan en trípodes sino que usan la magia de la estadística y las presentaciones. Algunos se apoyan en la ciencia, pero la usan a conveniencia, mientras otros confían en sus instintos, pero al final, al fallar en sus predicciones desgastan la confianza. Con la abundancia de información y las múltiples voces de tantos dirigentes que se contraponen en países, regiones y aun en los ámbitos más especializados, poco a poco cae un desasosiego y con él llega la sensación de impotencia y luego el desencanto. 

Ahora mismo dirigentes, medios de comunicación masiva y personas que ejercen influencia en las redes sociales tratan de crear o mantener el encanto de la predicción y la autoafirmación de tener la razón. La falta de humildad ante la imposibilidad de conocer el futuro les hace olvidar que a lo largo de la historia, cuando las personas perciben que ha desaparecido el encanto, los magos han sido castigados por sus atrevimientos. 

La sed de predicciones no está sólo en quienes escuchan, sino que los líderes que hablan para influir en la percepción de las personas y tienden a complacer a la audiencia con lo quieren escuchar. Hay quien predice que los índices de Wall Street crecerán en tal medida, o que se destruirán o se crearán millones de empleos, que habrá una vacuna en diciembre o que la pandemia terminará en semanas. En ese torbellino aparecen ahora mismo las predicciones respecto a la vida en las comunidades luego de la pandemia. En verdad sorprende ver la variedad de ideas y la falta de sustento científico de muchas de ellas. 

La realidad es que es muy poco lo que sabemos de la enfermedad que nos impacta y por tanto, hay amplio espacio para el misterio... y el miedo. Es muy pronto para saber cuáles acciones de salud pública han sido realmente más eficientes, y por supuesto no sabemos lo que sucederá realmente en el futuro. 

Estamos ante el dilema de sentarnos a escuchar predicciones, confiar en las creencias del destino y esperar que el futuro nos alcance;  o construir el futuro que queremos. Sabemos que la enorme cantidad de enfermos y muertos ha provocado un fortalecimiento real y formal de las facultades de los gobiernos. Que los sistemas de salud deben mejorar de inmediato. También nos queda claro que el encierro y las limitaciones a la libertad nos irritan. Sabemos que no queremos la invasión de la privacidad se convierta en el sistema de control del estado sobre las personas.  Y aunque no sabemos cuándo habrá una vacuna o si habrá un rebrote, o si la crisis económica será devastadora; sí podemos trabajar para evitar que los abusos se conviertan en tendencia;  proponer mejoras a los sistemas sanitarios; evitar que se exacerbe la desigualdad y que la ansiedad se convierta en violencia. La salida a esta crisis está en el empeño que tengamos todos para construir un futuro más justo, y no solo esperar a que se cumplan los designios de las profecías. Es la hora de dejar de lado los oráculos para ponernos a trabajar en lo mejor que queremos que suceda, en alcanzar al destino para cambiarlo en favor de las personas.

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