Viernes, 19 de Abril 2024

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Acoso y ceguera institucional

Por: Diego Petersen

Acoso y ceguera institucional

Acoso y ceguera institucional

Dice la sabiduría popular que el último en enterarse del engaño es el cornudo. Y no es que no sepa o no tenga información, es que simplemente no quiere enterarse y cuando lo hace suele ser en forma de una mala comedia. Lo mismo sucede en las instituciones con los comportamientos indeseables, particularmente el acoso sexual. Todos saben de qué va la historia, pero nadie quiere hablar de ello hasta que un día salta a la luz con toda la crudeza y el enojo de las víctimas que no solo sufrieron el abuso de un superior jerárquico, sino que fueron ninguneados y desoídos por la institución.

El viernes pasado durante un acto de celebración a los alumnos de mejores promedios de la Universidad de Guadalajara irrumpió una manifestación de poco más de medio centenar de alumnos y maestros de la escuela de antropología que denunciaban casos de abuso sexual del director. Omito los nombres de los involucrados, víctimas y victimarios en respeto a la presunción de inocencia y porque lo que me interesa destacar es la reacción y la responsabilidad institucional.

Quienes hicieron la protesta el viernes llegaron a ello después de meses de ser desoídos por la institución. Ni la administración del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) ni la administración central de la UdeG tomaron cartas en el asunto lo que dejó en claro, entre otras cosas, que no existe un protocolo para atención de estos. Los argumentos para no actuar fueron casi tan grotescos como el acoso mismo, pues fueron de la duda y criminalización de los denunciantes y el argumento político de quién está detrás del supuesto acosador, hasta el discurso machista soterrado.

Ninguna institución, y por supuesto ninguna universidad está exenta de este tipo de asuntos; la diferencia es cómo las procesan

Ninguna institución, y por supuesto ninguna universidad, pública o privada, está exenta de este tipo de asuntos; la diferencia es cómo las procesan. La UdeG lo ha hecho de la peor manera. Pareciera que nada hemos aprendido de los grandes escándalos, que todo aquello que las mentes más brillantes del CUCSH escribieron sobre el caso de Marcial Maciel nunca fue ni interiorizado ni comprendido.

¿Cuántas víctimas se pudieron haber evitado si la Universidad hubiese actuado a tiempo y conforme a protocolos? Muchas sin duda. A esas víctimas desoídas, no atendidas, ignoradas desde el machismo institucional, nadie puede reponerles su dignidad ni su tranquilidad, pero a las que están por venir, sí. A las primeras la UdeG les debe una disculpa pública, y por supuesto, mecanismos que aseguren la justicia para evitar, en lo posible, nuevos casos. A las y los jóvenes universitarios les debe un protocolo, pero sobre todo una actitud institucional distinta para asegurar que, en caso de que se presenten denuncias de acoso, exista una forma expedita, directa y concreta de procesar estos asuntos y castigar a los culpables.

(diego.petersen@informador.com.mx)

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