Jueves, 28 de Marzo 2024

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AMLO y los rechazados

Por: Diego Petersen

AMLO y los rechazados

AMLO y los rechazados

Una de las promesas más arriesgadas de López Obrador es la de que no habrá rechazados en las universidades. Arriesgada no solo porque es muy difícil de cumplir, sino por el efecto que ésta puede tener sobre la de por sí baja calidad en la educación superior de nuestro país.

La primera pregunta que tendríamos que responder como sociedad, más allá de las intenciones del virtual Presidente electo, es qué queremos de la educación superior en México, si lo que buscamos y deseamos es que ahí se formen los futuros profesionistas y transformadores de la realidad nacional o simplemente que sea un espacio de transición de los jóvenes antes de integrarse al mercado laboral. Dicho de otra manera, las universidades deben ser los centros de producción y reproducción del conocimiento o unas guarderías de ninis. Hoy son ya más lo segundo que lo primero.

En México la obligación del Estado es asegurar la educación de los jóvenes hasta la media superior (artículo 3ro). La educación está “garantizada”, no asegurada (en este país garantía es aquello que está escrito en la Constitución, aunque nadie te garantice que se cumpla). Algunos estados de la república como Jalisco se autoimpusieron esta obligación desde hace 20 años y es tiempo que no podemos cumplir con ello. En ningún Estado del país la educación superior es un derecho universal, no por falta de ganas sino porque además de una tarea imposible, no es necesariamente lo mejor para todos los jóvenes.

El año pasado las 10 universidades públicas más grandes de México rechazaron a cerca de 400 mil aspirantes. Seis de cada 10 no obtuvieron un lugar. Para que todos pudieran entrar a la universidad, que no hubiese rechazados, éstas tendrían que duplicar el número de alumnos, con los efectos presupuestales que ello implica, pero sobre todo con un impacto inmediato en la calidad de la educación.

Si bien es deseable que cada vez más jóvenes tengan una educación superior, esto no es posible si primero no se atiende el problema severo de calidad 

Si bien es deseable que cada vez más jóvenes tengan una educación superior, esto no es posible si primero no se atiende el problema severo de calidad y deserción en los niveles medio y medio superior. Hoy por hoy ahí está el problema más grave. Dar el brinco a cero rechazados en universidades sin haber arreglado los niveles previos lo único que provocará será profesionistas peor calificados y jóvenes más frustrados.

La educación debe ser una prioridad para el país más allá del discurso, gane quien gane y gobierne quien gobierne. Hoy, el problema ya no es de recursos sino de la forma en que los invertimos. Reorientar el gasto, mejorar la calidad de la educación y abrir opciones de continuidad educativa para quienes habiendo terminado la preparatoria no pasan los exámenes para ingresar a la universidad es un camino mucho más sensato y factible que simplemente abrir la matrícula universitaria, o peor aún, como se ha insinuado en algunos discursos, quitar los exámenes de admisión y hacerlo por sorteo. Se pueden (y deben) hacer, políticas de discriminación positiva para dar acceso a los grupos más vulnerables, pero jamás dejar la educación a la suerte.

(diego.petersen@informador.com.mx)

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