De acuerdo: no se va a un estadio de futbol -o a una arena de lucha libre o a una plaza de toros- con la misma actitud (formal, reflexiva, reverente incluso) que a una iglesia o a un teatro.Espectáculos como el futbol y similares son propicios para la liberación de emociones de los aficionados… y motivo, ocasionalmente, de confrontaciones verbales y aun de conflictos más graves entre ellos. Se explica, por ende, que a la vista de partidos que suscitan un interés extraordinario, los dirigentes de los equipos involucrados y aun las autoridades civiles extremen asimismo las medidas de seguridad… y que, por más que se insista en que son -o deberían de ser- “espectáculos familiares”, los propios aficionados muchas veces se abstengan de llevar a mujeres y niños a esos encuentros.La expansión emocional en los estadios es válida. De hecho, algún estudio sobre la criminalidad en México revelaba que en los períodos de receso en los campeonatos que más atraen a los aficionados, los niveles delincuenciales se acrecientan…Sin embargo, hay límites que nunca deben traspasarse. Y así como se toman medidas -¡por fin…!- para tratar de erradicar prácticas de mal gusto -y tontas, además-, como la de proferir expresiones ofensivas o discriminatorias a los jugadores, se justifica que se sancionen rabietas como la de Miguel Herrera, entrenador del América, al dedicar epítetos igualmente discriminatorios, con obvias intenciones injuriosas, a los árbitros.Por todo el ruido que generan partidos como el Cruz Azul-América del sábado en el Estadio Azteca, se explica que una derrota como la sufrida por el América impacte en el ánimo de aficionados, jugadores, entrenadores y dirigentes…No se explica, en cambio, ni mucho menos se justifica, que la reacción deba consistir en ofender a los árbitros. Primero, porque los propios técnicos -y Herrera no es la excepción- admiten, cuando tienen la cabeza fría, que casi todos los fallos arbitrales son controversiales, y que los errores de los silbantes -inevitables por lo demás- hoy te perjudican y mañana te benefician. Y segundo, porque en ese partido no hubo ninguna decisión arbitral escandalosamente errática… ni mucho menos que invitara a sospechar que llevaba la intención deliberada de tumbar al América para que el Cruz Azul le pasara por encima sin misericordia.En efecto: tanto o más importante que saber ganar, en este negocio, es saber perder.