Martes, 23 de Abril 2024

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* Saber perder

Por: Jaime García Elías

* Saber perder

* Saber perder

De acuerdo: no se va a un estadio de futbol -o a una arena de lucha libre o a una plaza de toros- con la misma actitud (formal, reflexiva, reverente incluso) que a una iglesia o a un teatro.

Espectáculos como el futbol y similares son propicios para la liberación de emociones de los aficionados… y motivo, ocasionalmente, de confrontaciones verbales y aun de conflictos más graves entre ellos. Se explica, por ende, que a la vista de partidos que suscitan un interés extraordinario, los dirigentes de los equipos involucrados y aun las autoridades civiles extremen asimismo  las medidas de seguridad… y que, por más que se insista en que son -o deberían de ser- “espectáculos familiares”, los propios aficionados muchas veces se abstengan de llevar a mujeres y niños a esos encuentros.

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La expansión emocional en los estadios es válida. De hecho, algún estudio sobre la criminalidad en México revelaba que en los períodos de receso en los campeonatos que más atraen a los aficionados, los niveles delincuenciales se acrecientan…

Sin embargo, hay límites que nunca deben traspasarse. Y así como se toman medidas -¡por fin…!- para  tratar de erradicar prácticas de mal gusto -y tontas, además-, como la de proferir expresiones ofensivas o discriminatorias a los jugadores, se justifica que se sancionen rabietas como la de Miguel Herrera, entrenador del América, al dedicar epítetos igualmente discriminatorios, con obvias intenciones injuriosas, a los árbitros.

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Por todo el ruido que generan partidos como el Cruz Azul-América del sábado en el Estadio Azteca, se explica que una derrota como la sufrida por el América impacte en el ánimo de aficionados, jugadores, entrenadores y dirigentes…

No se explica, en cambio, ni mucho menos se justifica, que la reacción deba consistir en ofender a los árbitros. Primero, porque los propios técnicos -y Herrera no es la excepción- admiten, cuando tienen la cabeza fría, que casi todos los fallos arbitrales son controversiales, y que los errores de los silbantes -inevitables por lo demás- hoy te perjudican y mañana te benefician. Y segundo, porque en ese partido no hubo ninguna decisión arbitral escandalosamente errática… ni mucho menos que invitara a sospechar que llevaba la intención deliberada de tumbar al América para que el Cruz Azul le pasara por encima sin misericordia.

En efecto: tanto o más importante que saber ganar, en este negocio, es saber perder.

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