Sin la mínima intención de invocar fantasmas, pero la vieja definición humorística de “futbol” (“un deporte en que dos equipos de once jugadores disputan una pelota con los pies…”) tiene dos posibles finales, a escoger: uno: “…y al final ganan los alemanes”; otro: “…y al final pierden los mexicanos”.Un ejemplo acabado del primero —se apuntó en su oportunidad— ocurrió el sábado: cuando en Rusia y en México ya se celebraba, con el bullicio usual en esos casos, la virtual clasificación del “Tri” a octavos de final, como consecuencia del triunfo sobre Corea del Sur, debieron interrumpirse abruptamente los festejos: el gol con que Kroos dio la victoria a Alemania sobre Suecia, en el último minuto de tiempo añadido, sacó la escalera a los aficionados mexicanos... y los dejó colgados de la brocha.*En efecto: todas las consideraciones similares a las de La Lechera del cuento, quedaron en flagrante fuera de lugar: el cuarto partido aún no es un hecho; las especulaciones con respecto al posible adversario en ese encuentro en que se estará buscando el famoso “quinto partido” que a México se le ha negado de manera sistemática, no tenían razón de ser…Tampoco se trata de empezar de cero. Sí, en cambio, de disputar el último partido, el miércoles ante Suecia, partiendo de la premisa de que el rival saldrá advertido de que el encuentro tendrá características similares al de la ruleta rusa: un duelo a muerte —simbólica, desde luego—, con una sola bala en el revólver. México tiene una sola ventaja: que el empate lo dejaría vivo, independientemente de lo que suceda en el cotejo que de manera simultánea disputarán teutones y coreanos.*Lo malo, pues, es que las dos victorias conseguidas hasta ahora por el “Tri” aún no le dan el salvoconducto para continuar con vida en el certamen. Lo bueno, que seguramente Juan Carlos Osorio contempló la posibilidad de que las cosas sucedieran como han sucedido; que no se limitó a estudiar las fortalezas y debilidades de alemanes y coreanos; que incluyó a los suecos entre los objetos de sus desvelos, y que en cuanto se aprobó el segundo examen, puso a sus pupilos a machetear para el siguiente… en el entendido de que un resbalón o un parpadeo pueden tirar por la borda todo lo que hasta ahora, con tanto esfuerzo, se ha ganado.
