Miércoles, 24 de Abril 2024

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-Miedo

Por: Jaime García Elías

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Cuando abordan el tema de la inseguridad, los hipotéticos encargados de procurar que los ciudadanos puedan hacer su vida ordinaria sin estar continuamente “con el Jesús en la boca” -como decían las abuelas-, aducen que una cosa es “la percepción de inseguridad”, y otra muy diferente la inseguridad propiamente dicha. Ésta última, según ellos, se mide por la incidencia real de delitos de carácter patrimonial -robos, asaltos, etc.-, documentada por medio de las denuncias formalmente presentadas ante las autoridades; aquélla, algo meramente subjetivo.

Soslayan, no tanto por ignorancia cuanto por querer tapar el sol con un dedo, que, puesto que los ciudadanos, vía de regla, se abstienen de presentar denuncias porque las experiencia les ha enseñado que los trámites son engorrosos y las posibilidades de éxito casi nulas, su aseveración es insostenible.

-II-

La percepción de inseguridad, en esas condiciones, está íntimamente vinculada con la realidad que los ciudadanos constatan a diario. Así, cuando la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) revela que 86.2% de los habitantes de Guadalajara consideran insegura la ciudad en que viven, es porque tienen en la mano los pelos pardos de la burra, o porque disponen de testimonios de primera mano de que así son las cosas.

Podrá decirse que, después de todo, no está tan mal; que si de los 62 núcleos urbanos del país incluidos en la muestra,en  el municipio mejor calificado (San Pedro Garza García, conurbado con Monterrey, Nuevo León) la percepción de inseguridad es apenas de 21.6%, y en el peor (Ecatepec, Estado de México, conurbado con la capital del país) es de 96.6%, Guadalajara y municipios conurbados (en los que esa cifra fluctúa entre el 67.6 de Zapopan y el 74.2% de Tlaquepaque y Tonalá) bien alcanzarían a salvarse de la quema.

-III-

Más allá del buen deseo de querer ver el vaso medio lleno -aunque para ello se necesita (como para bailar la bamba) “una poca de gracia… y otra cosita”-, el hecho incuestionable es que la vida nocturna que Guadalajara tuvo alguna vez (cines, cenadurías, etc.) es cosa del pasado; que hay zonas de la ciudad -el Centro, por ejemplo- que a las diez de la noche se quedan despobladas, como si de pueblos fantasma se tratara, y en las que se palpa el miedo.

(Miedo del que, por cierto, no en balde la conseja popular sostiene que “no anda en burro”…).

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