Las notas periodísticas que consignaron el arribo del arquero chileno Christopher Toselli a Guadalajara, para agregarse al elenco del Atlas para el Torneo de Clausura a iniciarse en enero, recogieron, puntuales, la expresión con que el jugador aludió a las referencias que de su nuevo equipo le dieron sus compatriotas —Millar y Valenzuela— que ya vivieron esa experiencia:—Me hablaron maravillas.*Es probable que Millar ni Valenzuela hayan vivido en carne propia las penurias económicas y las angustias deportivas que durante muchos años fueron parte del ADN de la institución. De las primeras, los frecuentes retrasos en el pago de las quincenas; de las segundas, los sobresaltos por la precaria posición del equipo en el tema del descenso… Por ende, una de tres: o se abstuvieron de comentarlo con Toselli, o dieron por sentado que esos temas corresponden al pasado… o Christopher tuvo la delicadeza de no referirse a ellos en su primer contacto con la prensa local.*Por lo demás, al margen de los muchos problemas que el Atlas tuvo en el pasado y de los remanentes que acaso prevalecen hasta la fecha, es un hecho que la mayoría de los jugadores que pasan por el equipo terminan enamorados de la institución… y de sus seguidores; de la primera, por el romanticismo de sus dirigentes; de los segundos, por su fidelidad inquebrantable. En ese aspecto, es muy probable que todas las referencias de sus paisanos correspondan a la realidad.*Desde la perspectiva de los simpatizantes del Atlas, y, sobre todo, de los conocedores de su historia, hay, sin embargo, un aspecto criticable. Un asunto que el simple hecho de la incorporación de Toselli al plantel rojinegro, corrobora plenamente: la incapacidad del esquema de sus fuerzas inferiores para mantener la tradición de que el Atlas fuera cuna de excelentes guardametas: desde Raúl Córdoba y el “Ranchero” Torres de la Academia legendaria, hasta los Oswaldo Sánchez y Chuy Corona de generaciones más recientes, pasando por los Javier Vargas y Héctor Brambila —por mencionar sólo a los sobresalientes— de una etapa intermedia.De los varios extranjeros que cubrieron el marco atlista —el “Caimán” Sánchez, “Lalá”, Derbunov, Barbosa, Pinto, Vilar, Bava, Ustari y algunos más que se esconden en el polvoriento desván de la memoria—, uno se salva más que decorosamente de la quema: Siboldi.Los demás, a despecho de su buena voluntad, no dejaron huella…
