Viernes, 19 de Abril 2024

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Guadalupanas

Por: Jaime García Elías

Guadalupanas

Guadalupanas

Ismael Vargas no es el primer artista que adopta a la Virgen de Guadalupe por modelo y que se toma con ella ciertas libertades. Muchos pintores, buenos, regulares y malos, han reproducido la imagen –milagrosamente impresa en la tilma de Juan Diego, según la tradición; pintada por manos anónimas, según otras versiones— más representativa de la mexicanidad.

-II-

Alejandro Rangel Hidalgo, por ejemplo, excelente pintor colimense que alcanzó notoriedad mundial con sus angelitos con alas de petate, en tarjetas difundidas por la UNICEF y vendidas por millones en beneficio de la infancia, logró una Guadalupana de trazos estilizados, con cuatro rosas y dos gorrioncillos al pie, que es un portento de creatividad, calidad, respeto, exquisitez y dulzura. Nadie, que se sepa, ha cuestionado jamás su relativo desapego al original.

La Guadalupana de Ismael Vargas, en cambio, no obstante que ha sido recibida con agrado y simpatía por muchos vecinos y quizá con indiferencia por otros, volvió a ser motivo, también, de manifestaciones; muchas, de repudio al artista y de protesta a las autoridades que dispusieron que “Sincretismo”, su personal versión de la imagen, fuera colocada en el camellón de la Avenida Federalismo como expresión de arte urbano; otras, de desagravio a quien la propia imagen trata de representar.

Las notas periodísticas consignan que, el sábado, alrededor de mil 500 personas participaron en esa marcha en que plegarias en tono de “desagravio” a la Virgen se alternaron con  diatribas contra el autor de la que, según los manifestantes, constituye una blasfemia. Hubo, una vez más, consignas contra la autoridad municipal. Y ahora, además, agresión física contra la escultura… y, como corolario, una herida con navaja, en una mano, al policía que detuvo al autor del acto de vandalismo.

-III

Se suponía que, a cambio de las declaraciones estridentes de algún clérigo trasnochado que secundó la causa, aduciendo que la obra ofende el sentimiento de muchos católicos y a la deidad misma, habrían sido escuchadas las expresiones, mucho más ecuánimes, del cardenal arzobispo de Guadalajara, José Francisco Robles Ortega, en el sentido de que no era lícito ni razonable imaginar en la pieza supuestas intenciones ofensivas que tampoco hubo en el ánimo del artista –creyente y guadalupano, según confesión propia— al confeccionarla.

Las manifestaciones, pues, han ido in crescendo. En la más reciente ya hubo comerciantes que aprovecharon para vender desde rosarios hasta sombreros. Y lo más grave esta vez: la comisión de un delito –así haya sido el de lesiones y éstas hayan sido leves—, lo que invita a recordar a Víctor Hugo: “El derecho que triunfa –por si llegara a ser el caso de los manifestantes— no requiere ser violento”.

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