Martes, 23 de Abril 2024

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- Rogelio

Por: Jaime García Elías

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Ironías de la vida: el mismo día que se publicaba en estas páginas que los municipios de la Zona Metropolitana de Guadalajara y el DIF estatal “no cuentan con un modelo integral de atención para los menores en situación de calle”, se publicaba la noticia de la muerte de Rogelio Padilla: un apóstol laico que dedicó la mayor parte de su vida precisamente a velar por los niños desatendidos, abandonados o abusados por sus padres.

-II-

Pocas cosas hay tan fáciles como engendrar o concebir un hijo; pocas tan difíciles como educarlo… Todas las legislaciones modernas protegen —en teoría— la vida “desde el momento de la concepción”; establecen que “al que está concebido se le tiene por nacido para los efectos que le sean favorables”; disponen la creación de espacios y organismos en que el Estado asume la manutención y la educación de infantes que quedan en el desamparo o en el abandono, por la muerte o la desidia de sus padres.

Sin embargo, como se apuntaba en el trabajo periodístico de referencia, los afanes en ese sentido son dispersos y erráticos. Se limitan, de ordiario, al aspecto asistencial: a detectar los casos y a proporcionar alimentación y cuidados médicos básicos a los infantes; se desentienden de la necesidad de proporcionar educación, propiciar el desarrollo y dar seguimiento puntual a cada caso.

-III-

Rogelio, mediante los organismos que fundó (primero, Canica: Centro de Atención para Niños de la Calle; después, MAMÁ, A. C.: Movimiento de Apoyo a Menores Abandonados), ejerció –permítase la analogía– como el padre, en el más noble sentido del concepto, de que carecieron miles de niños. Precisamente porque se dio el seguimiento a cada caso, hay estadísticas que consignan que cinco mil 749 niños fueron beneficiarios directos de sus programas; que cerca de dos mil fueron canalizados a familias u organismos, reintegrados a su propia familia o capacitados para hacer vida independiente.

Las estructuras que Rogelio puso en marcha, ni han resuelto el problema ni pretendían hacerlo. Operan con eficiencia razonable. Tienen prestigio social. Y lo más importante: sus beneficiarios creen en ellas… Pudieran servir, por tanto, de modelo para que los organismos asistenciales oficiales subsanen sus imperfecciones.

Como otros ejemplos de genuino altruismo –Don Bosco, el Padre Roberto Cuéllar, la Madre Teresa…–, Rogelio llevó al extremo el mandato evangélico: amó a sus prójimos –y a los más desvalidos de sus prójimos, sobre todo– más que a sí mismo.

A eso, en español, se llama heroísmo. O santidad.

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