Se les denomina “Centros de Readaptación Social”, porque en una sociedad más preocupada por la fachada que por la esencia de las cosas es lo políticamente correcto, y porque se pretende que, en efecto, tales centros cumplan la función de reintegrar a los internos purificados de la deuda que contrajeron con la sociedad al quebrantar las normas que rigen la convivencia dentro de la misma, y convertidos, si hubieran dejado de serlo, en “personas de bien”.Los penales –por designarlos por su nombre genérico—, por desgracia, no siempre ni en todos los casos merecen el eufemístico nombre que se les da. En contra de lo deseable, suelen ser noticia (el 10 de octubre en Cadereyta, Nuevo León; el lunes pasado en Chiconautla, Estado de México, para redondear un total de trece episodios de ese tipo en todo el país en lo que va del año) por los motines que en ellos ocurren con más frecuencia de la deseable.-II-Los penales de México, en su gran mayoría, son bombas de tiempo. Por un lado, son el destino que se da a quienes son detenidos como muestras de la eficiencia –según el discurso oficial— con que las autoridades combaten al delito… aun a sabiendas de que el 98% de los delitos que se cometen en México quedan impunes. Por el otro, la saturación que en la casi totalidad de ellos se registra, los vuelve ingobernables y los condena a un régimen en que los propios delincuentes asumen el control, ponen reglas y establecen cuotas para todo. Es el llamado “autogobierno” en que la Autoridad –así, con mayúscula—, en la práctica, cumple un rol simbólico.Si se pretende que las cifras oficiales acerca de los delincuentes capturados debieran ser invitaciones al optimismo de los ciudadanos con respecto a la seguridad, las mismas, traducidas al hacinamiento de las cárceles, son pavorosas. De los 379 penales que hay en el país, los de la Ciudad de México tienen una sobrepoblación del 40%; los de Jalisco, del 64%; los de Michoacán, del 44%; los de Puebla, del 39%...-III-Los de Nuevo León la tienen, supuestamente, de apenas el 0.15%, aunque el propio Gobernador, Jaime Rodríguez (a. “El Bronco”) estima que hacerlos eficientes exigiría una inversión de cuatro mil millones de pesos “que el estado no tiene”… y que sería absurdo aplicar a ese efecto, habiendo, entre otras carencias, tantos jóvenes que no tienen ni dónde trabajar ni dónde estudiar.
