¿Qué queda, particularmente en las modernas sociedades, de los usos y costumbres relacionados con la Semana Santa “a la antigua”…?Poco, ciertamente. Algunas devociones, cada vez más contaminadas por la parte profana de las tradiciones que las acompañaban. Verbigracia, “la visita de las siete casas”, el Jueves Santo, casi seguramente con más énfasis en la oportunidad de invertir parte del asueto correspondiente a un periodo eminentemente vacacional en degustar empanadas con la misma fruición con que se degustan la rosca de Reyes, los tamales de La Candelaria o los “fruit-cakes” o los buñuelos en la Navidad, que en las preces rituales de cada una de las visitas, o en las reflexiones sobre la Pasión, Crucifixión y Resurrección de Cristo, para las que antaño se sostenía que la Cuaresma –periodo “penitencial” además– era tiempo propicio.-II-Mezcla de devoción y tradición –más de lo segundo que de lo primero, casi seguramente–, bizarras representaciones, un tanto artesanales, de la Pasión, montadas sobre libretos que han sobrevivido al paso de las generaciones, sin quedar exentas de burdas contaminaciones –los penachos de los centuriones romanos, confeccionados con coloridos plumeros, por ejemplo–, siguen atrayendo multitudes. La de Iztapalapa, en la Ciudad de México, es, a nivel nacional, una de las más antiguas y concurridas. La de San Martín de las Flores, a nivel local, sería el parangón correspondiente. Marchas de penitentes, como la Procesión del Silencio que alcanzó el rango de “tradicional” y sigue plenamente vigente en San Luis Potosí, han servido de modelo a las de Taxco, Morelia y otras ciudades; no tanto –la verdad sea dicha– para profundizar en los aspectos histórico o doctrinal de temas religiosos, cuanto para atraer turismo. (Lo mismo, pues, salvadas las evidentes diferencias, que los destinos de playa o de montaña en estas mismas fechas). La Procesión de los Cristos en otras comunidades –Pátzcuaro, por ejemplo–, por lo consiguiente.-III-De medio siglo a la fecha, las cosas, en esa materia, han cambiado una barbaridad. Los velos morados ya no cubren los altares ni envuelven íconos en las Iglesias. Las matracas, que los “Días Santos” sustituían a las campanas, han caído en el desuso. Prácticas penitenciales –como la abstinencia de carnes o que las estaciones de radio sólo transmitieran música clásica–, ídem…Prevalecen, por fortuna, símbolos que, como los buenos vinos, saben mejor al paso de los años. La carrera de cuadrigas de Ben-Hur (en glorioso Cinemascope), como botón de muestra.
