Viernes, 19 de Abril 2024

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- Hans Küng (y II)

Por: Jaime García Elías

- Hans Küng (y II)

- Hans Küng (y II)

La frase en que Jesús dice a su discípulo Simón “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”, fue escrita por San Mateo -un Mateo diferente a otro de los doce discípulos del nazareno-, según los eruditos, entre los años 80 y 90 d. C.

En “La Iglesia Católica” (Ed. Mondadori, 2002), Hans Küng, el renombrado y polémico teólogo suizo fallecido el martes, concuerda con los historiadores en que “según todas las evidencias, Jesús no fundó una iglesia en vida”. Sus discípulos fundaron comunidades que, ante la inminente llegada de “el reino de Dios” que Jesús anunciaba insistentemente, compartían sus bienes y ayudaban a los necesitados. Pablo, confeso perseguidor de los primeros cristianos, fue, en rigor, en sus azarosos viajes misioneros a lo largo del Mediterráneo Oriental, como supuesto mensajero del Cristo de la fe  -no del Jesús Histórico, al que no conoció-, el verdadero fundador de lo que al paso del tiempo se convertiría en la Iglesia Católica.

-II-

La estructura y la jerarquía eclesiástica, pues, no corresponden a la voluntad, las instrucciones o el mandato de Jesús. Todo eso -escribió Küng- “es el resultado de un desarrollo histórico largo y problemático; es obra humana y, por lo tanto, en principio puede cambiarse”.

Hacia allá orientaba sus pasos el papa Juan XXIII al convocar, en 1958, al Concilio Ecuménico Vaticano II, en que Hans Küng y Joseph Ratzinger (que después sería papa Benedicto XVI), a la sazón jóvenes teólogos, participaron como “expertos”. Descalificado para el magisterio por la Iglesia en 1979, Küng, en sus propias palabras, “permanecí inquebrantablemente fiel a mi iglesia, con lealtad crítica”. En esa tesitura, describió a la Iglesia como “un aparato de poder y de finanzas (…) ineludiblemente unido a una naturaleza mundana y a una desviación de las tareas espirituales...”.

-III-

Más allá de sismas y crisis internos, de escándalos y torpezas de muchos clérigos y aun papas lamentables, de pifias y bandazos institucionales en la historia de la Iglesia, Küng deploró abiertamente la “traición al concilio” de Juan Pablo II, la marginación y la cerrazón en la negativa al sacramento del orden para las mujeres y en la obligatoriedad del celibato sacerdotal. Se decía, en fin, convencido de que la Iglesia “todavía tiene futuro en el tercer milenio... siempre y cuando se renueve a sí misma, adecuándose al mismo tiempo al Evangelio y a su época”.

Es probable que el tiempo —aunque quizá falten siglos para ello— le dé la razón.

jagelias@gmail.com

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