Jueves, 18 de Abril 2024

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- Habrá más...

Por: Jaime García Elías

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Si pudiera tenerse la certeza de que el de Fátima Cecilia sería el último crimen monstruoso que veríamos en México, quedaría, al menos, ese consuelo: a cambio del duelo por el niño ahogado, el consuelo de que el pozo fue tapado para siempre; de que no habrá más atrocidades de semejante calibre…

Por desgracia, no es así. No siempre las víctimas tendrán nombre y apellido; no siempre se repetirán el estruendo mediático y la consiguiente irritación social que generó su caso. Sin embargo, las frías estadísticas reportarán, en su momento, que el desprecio a la vida de las mujeres -niñas o adultas, lo mismo da- seguirá siendo parte del ADN de muchos mexicanos.

-II-

El de Fátima Cecilia fue un caso particularmente doloroso e impactante en el aspecto social, porque se asume que una niña de siete años -“alegre, traviesa y parlanchina”, referían las notas periodísticas cuando aún había esperanzas de encontrarla viva- cumplía a cabalidad la única obligación que debiera tener un niño: ser feliz… Si su trágica muerte no la hubiera hecho célebre, quizás su vida habría sido similar a la de tantos hombres y mujeres condenados por su entorno familiar y social a la penuria y el sufrimiento.

Más allá de que su caso no quede impune; de que caiga -esta vez sí- “todo el peso de la ley” sobre sus victimarios y de que sus propios hijos (dos niñas y un niño) no se conviertan, también, en víctimas colaterales de la atrocidad perpetrada presuntamente por sus padres; de que el suceso deje enseñanzas que permitan reducir la incidencia de tan horrendos crímenes, y, sobre todo, sacudan la conciencia social y propicien un viraje a favor del cabal respeto de la vida ajena, queda el temor de que no sea así; de que, pasado el efecto del golpe mediático que significó este episodio y que lo hizo excepcional, la inoperancia de los protocolos, la incompetencia de los burócratas, la ineficacia de las policías “investigadoras” y la venalidad de los jueces -a contrapelo del discurso de que los tiempos de la corrupción en México ya quedaron atrás- vuelvan a ser la regla.

-III-

Colofón: Fátima Cecilia, por desgracia, no será la última. Habrá más… Como un portento no suceda -un golpe de timón por parte de las autoridades encargadas de prevenir y sancionar delitos, o un milagro manifiesto…, que uno no sabe qué opción sería más factible, menos ilusoria-, su muerte habrá sido en vano.

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